Por: César Ulloa
En los últimos 40 años nos hemos rebosado de alegría, además de cierto consuelo ante tantas desgracias continuas, debido a la extraordinaria participación de nuestros deportistas en varias competencias. Y digo “nuestros”, pues ellos y ellas se han convertido en el elemento unificador y pegamento entre todos. Probablemente, son los únicos momentos, en donde hemos exaltado la ecuatorianidad en su máxima expresión, se han caído las diferencias y hemos logrado un abrazo colectivo, sincero y muy sentido.
Ayer saltábamos de orgullo cuando un Rolando Vera ganaba las carreras de San Silvestre en Brasil en los años 80, luego un Jefferson Pérez se alzaba con una medalla de oro en las Olimpiadas de 1996 y en seguidilla vinieron más éxitos. De manera galáctica, Richard Carapaz nos trajo una medalla de oro de las Olimpiadas del 2021 y lo propio hicieron las pesistas Neisi Dajomes y Tamara Salazar. El país volvió a vibrar, sonreír, enorgullecerse, sin perder de vista las decenas de deportistas que llegan a competir solo con el aire, sin ningún apoyo.
En ese orden de ideas, los muchachos de la selección de fútbol han hecho lo propio. Estadios, calles, plazas y restaurantes llenos para respaldar a la tricolor. El denominador común de estos atletas es que todos vienen de abajo, de la pobreza extrema, de unas condiciones insultantes; sin embargo y sin prejuicios ni complejos, han llevado el nombre de nuestro país en alto, además de darnos lecciones de humildad, disciplina, constancia, resiliencia y generosidad. Nos han hecho sentir que hay la posibilidad de construir un mejor país.
El contraste es la política, el desprecio de las élites por un proyecto unificador, el egoísmo avasallador de los mismos. ¿Cuánto deben aprender ellos de los atletas, sobre todo de los que vienen de abajo? Esto no descalifica a la mayoría de este pueblo trabajador y querendón, pero siempre engañado por los tejedores del poder. Hay y habrá gente sana, honorable y soñadora, pero invisibilizada por las maquinarias electorales al servicio de intereses corporativos o al revés. Una vez más brido por los de abajo.