Es una tendencia histórica y universal el engolosinamiento con el poder de los regímenes socialistas. Ejemplos sobran a nivel planetario: Putín, el invasor de Ucrania y actual dictador de Rusia, luego de décadas en el poder va por un nuevo periodo; Kim Jong-un, el pintoresco líder supremo de la República Popular Democrática de Corea del Norte desde 2011 quiere reelegirse indefinidamente; Xi Jinping, presidente de la República Popular China, desde 2013, no tiene límites en su reelección.
En América Latina el panorama de engolosinamiento es igual. Así, tenemos a la dinastía Castro, incluido el actual que ya llevan 65 años de gobierno dictatorial en Cuba, un récord histórico en el poder frente a un pueblo sumido en la pobreza que emigra por cualquier medio a otros destinos, especialmente al “imperialismo” al que tanto atacan los líderes de la Revolución castrista. Lo mismo sucede con Venezuela, donde Maduro, sucesor de Chávez, se acaba de posesionar fraudulentamente para su tercer periodo en medio del rechazo internacional. Seguirá devastando el país, otrora el más rico de América Latina por su riqueza petrolera y minera. Ahora, los venezolanos literalmente huyen por millones del desastre económico y social al que le ha llevado el socialismo.
Y qué decir de Daniel Ortega con 18 años en el poder como presidente de la República de Nicaragua, y su esposa vicepresidenta, donde el “revolucionario” de ayer, devenido a dictador cruel, avasalla a su pueblo con más furia y radicalismo que el mismísimo Somoza contra quien luchó. En Bolivia, ventajosamente, el Tribunal Constitucional frenó el intento de Evo Morales de querer perpetuarse en la jefatura del Estado.
El engolosinamiento del poder es lo que caracteriza a los regímenes autocalificados socialistas o progresistas. Ecuador se salvó de esta pandemia política que, con Correa a la cabeza, soñaron con los 300 años de hegemonía y que apenas en un poco más de una década despilfarraron miles de millones de dólares de los recursos petroleros, duplicaron la deuda externa, realizaron contratos con jugosas coimas, persiguieron a periodistas y todo crítico de las obras gubernamentales marcadas por la corrupción.
En el actual proceso electoral, el correísmo sueña con volver al poder con Luisa González, candidata a la Presidencia por el movimiento Revolución Ciudadana, liderado por el exjefe de Estado, Rafael Correa (2007-2017), quien al lanzar su campaña proselitista, afirmó que va “a revivir a Ecuador con salud, dignidad, con educación, con paz, con justicia”, pero también, al parecer para lograr la impunidad y el retorno del líder y otros fugitivos de la justicia. Y todo es posible en democracia.