Por: Alfonso Espín Mosquera
La frase “una piedra en el zapato”, es un adagio popular que califica lo incómodo que resulta un hecho, actividad o persona frente a una determinada situación, refrán perfectamente válido para calificar la actitud de los miembros de la RC5 en la Asamblea Nacional.
La democracia como bien político de una nación, es el máximo afán de un pueblo civilizado y es el Parlamento en donde se tiene que demostrar la vigencia democrática del país, pues los asambleístas representan a los ciudadanos, sus distintas tendencias y pensamientos, pero la diversidad no significa el entorpecimiento de la vida de un pueblo, las cortapisas, los amarres politiqueros, sino más bien las propuestas, el desarrollo de leyes y las mejores opciones para discutir sobre el destino de la Patria.
Si en el Parlamento están las diferentes fuerzas políticas, a nombre de los millones de compatriotas, es de suponer que quienes ocupan esas dignidades son gente adulta, con sentido común y prestos a laborar por el bien de los electores que les colocaron en ese lugar, pero desgraciadamente esa función del Estado se ha vuelto detestable porque ha demostrado mediocridad, farsa y deshonestidad y, ahora que se reinstaura para un nuevo período legislativo, los asambleístas electos de la RC5, vuelven a ser una “piedra en el zapato” del país, porque no les interesa el bien común, cuanto sus afanes partidarios que son los de una organización delincuencial, según los hechos vistos y de dominio público, por los personajes que integran o dirigen esa tienda política, empezando por su máximo líder, quien vive prófugo de la justicia.
En estos días, una vez que no han logrado hacer lo que les place y han sido reconvenidos por el nuevo presidente de la Asamblea, para cumplir con un trabajo de cinco días a la semana, como laboran todos los ecuatorianos, se han dispuesto a solicitar una acción de protección y de manera infantil y mal educada, han decidido sentarse dando la espalda al presidente de la Legislatura.
Esas actitudes son las que nos entrampan en la postración política y hunden a los mandantes en la desesperanza, porque en lugar de legislar por el bien de la población, en contra de la violencia; en favor de la generación de empleo, de mejorar los males que atrapan a nuestra población, se convierten en seres prepotentes, maleducados, que mantenidos por las arcas fiscales, ellos y sus asesores, disfrutan de fama y poder y, varios se amparan en la impunidad que les brinda sus funciones, al gozar de fuero, y se aprovechan para difamar, holgazanear y algunos hasta delinquir y engordar sus bolsillos.
Esa RC5 que se sienta de espaldas en las sesiones del Pleno, que no quiere trabajar cinco días a la semana, que se quiere oponer a todo, que vive estratégicamente buscando sus comodidades, aunque el pueblo se destruya, es el vivo ejemplo de lo que no se debe ser ni como funcionarios públicos ni como seres humanos; pero, es hora también de ponerles coto, es necesario que el nuevo presidente de la Asamblea y el propio del país, ponga en su sitio a tanto difamador, ocioso y temerario miembro, sea del partido que sea, accionando las normativas que posibiliten sanciones ejemplares, en la búsqueda urgente de limpiar de indeseables a esa función del Estado y de todo el sector público, en general, en el que se encuentran enquistados estos ciudadanos de mal vivir.