Por: Antonio Ricaurte
El correísmo murió hace tiempo. Todos los palos de ciego, todos los desaciertos: la falta de estrategia, la defensa de militantes con enorme rechazo y, ahora, un violador de menores como dirigente y asambleísta, no pueden provocar la muerte de esa organización política. Ya está muerta y no puede morir otra vez.
Hemos hablado hasta la saciedad del voto duro correísta. Ese voto que les ha permitido llegar a segunda vuelta pero que, en segunda vuelta, se mantiene y no les permite, ni les permitirá ganar la Presidencia. Ese 45% es un techo construido con concreto por Rafael Correa. Ese techo es irrompible.
Las torpezas cometidas por el extinto correísmo, han sido interminables. Una tinta que camina, una defensa irracional a militantes con enorme rechazo de la población. Y, la cereza del pastel, un asambleísta violador de una menor. Como si fuera poco, ha sido: alto dirigente del correísmo, amigo de Correa, exfuncionario de la temida Secretaría Nacional de Inteligencia. Espacio de espionaje y persecución política.
Luisa González ha sido muy buena alumna de Correa. Ahora nadan juntos en una piscina llena de lodo; ese lodo putrefacto de la política. Esa política antigua, llena de insultos. Esa vieja política sin estrategia, sin norte. Esa política odiadora, resentida, amargada.
González ha dicho públicamente que no existe la revolución ciudadana sin Correa. Tiene toda la razón. Ese Correa que permite a cualquier candidato llegar a segunda vuelta pero que, en segunda vuelta, ese mismo Correa, mata a cualquier candidato, y no les permite ganar la Presidencia. Les destruye con su actitud belicosa, peleonera, prepotente.
González ha aprendido los malos modales de Correa, al punto de maltratar a militantes que ahora abandonan el correísmo.
Después de los velorios, los familiares del muerto abandonan la sala de velaciones y siguen con sus vidas. A nadie se le ocurre quedarse a vivir en el cementerio junto al muerto. Ahora que el correísmo ha muerto, los militantes abandonan al cadáver y toman su camino. Sálvese quien pueda.
Los militantes correístas, las autoridades correístas, en su mayoría asambleístas, empiezan a abandonar al muerto y se acomodan de la mejor manera. Saben que después de esta elección como asambleístas ya no habrá otra oportunidad. Quieren sacar el mejor provecho de su cargo. Es ahora o nunca.
El correísmo hace política puertas para adentro. No hacen política nueva para la gente. Se encierran en la defensa a Jorge Glas, que tiene un rechazo ciudadano del 85%. Correa ahora insulta más a los propios que a los extraños. Las enfermedades mentales que le aquejan ya son incontrolables. Es tan irresponsable que no va al psiquiatra y no hay ningún militante que se comida a llevarlo al médico.
El correísmo se autoeliminó. Ahora que ha muerto, los errores de sus militantes –con Correa a la cabeza– son enormes, inentendibles, asombrosos, brutales. Sin embargo, las bestialidades que cometen ya no les hacen daño, ya no pueden matarlos, porque ya están muertos. Y un muerto no puede volver a morir.