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jueves, junio 26, 2025

¡Ofensas a la majestad del poder y al decoro!

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Por: Pablo Granja

Todas las personas tenemos el derecho a la privacidad en atención a las aficiones, cultura, tendencias, ideologías y gustos. Mientras menos visible es una persona mayor es su libertad de actuar. A esto, un amigo lo calificaba, parafraseando el título de la película de Buñuel, como “el discreto encanto del anonimato”. La excepción, para bien o para mal, la asumen quienes adquieren relevancia y jerarquía por encontrarse bajo el escrutinio público, al convertirse en referentes de la sociedad que los ha encumbrado. De ahí que, quienes más han ascendido están más obligados a mantener el decoro, definido como “la dignidad de una persona, respecto de su comportamiento, aspecto o calidad de vida”.

Colombia, gracias a la resiliencia de sus habitantes, ha logrado resistir a los terribles embates ocasionados por el odio ideológico, la guerrilla y el narcotráfico, pagando un tributo demasiado costoso y sangriento para no sucumbir ante la violencia.

De ahí que luce incomprensible que un personaje siniestro y nefasto haya logrado captar la Presidencia, considerando su pasado de guerrillero. En el ejercicio del poder, causa vergüenza e indignación a sus compatriotas al trascender sus supuestas tendencias y adicciones. Sus dislates discursivos son de antología y son muchas las ocasiones en que se ha presentado en público en evidentes malas condiciones. En sano juicio o no, ha lanzado teorías encuadradas dentro de los linderos del ridículo y el descaro; afirmando, por ejemplo, que para disminuir el crimen en Colombia, la solución está en no considerar como delitos las inconductas actualmente tipificadas como tales en los códigos vigentes.

Son intrigantes las “escapadas” que Petro se da aprovechando los viajes oficiales al exterior. Lo corrobora su viaje a Manta luego de asistir a la ceremonia de investidura del presidente Noboa. Su desprecio a las formas y al protocolo también se evidenciaron: llegó tarde a la Asamblea Nacional, dejó con la mano extendida a un vicepresidente; y la única declaración a la prensa fue una sola frase que ofende a la administración de justicia de nuestro país al afirmar que ”Jorge Glas es un preso político”.

Su nula empatía con las víctimas de la violencia desnuda su naturaleza despiadada; al referirse al atentado en contra del brillante candidato a la presidencia, el senador Miguel Uribe Turbay, uno de los más acertados críticos del Gobierno. En lugar de solidarizarse con la víctima ha abogado por los derechos del sicario, menor de edad integrante del programa “Jóvenes en paz”, que auspicia su Gobierno. La acumulación de escándalos y sospechas han hecho que desde distintos sectores pidan su remoción. Su respuesta es una muestra de que su arrogancia es tan ilimitada como su irrespeto, al afirmar que “ni Dios ni Uribe Turbay”, lo van a sacar del poder. En el video que se ha hecho viral parece que está sobrio.

Nos solidarizamos con la mayoría de nuestros hermanos colombianos que tienen que soportar de manera recurrente las ofensas a la majestad del poder y al decoro.

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