INSEGURIDAD
Militares descubrieron túneles en construcción dentro de la cárcel de Guaranda y frustraron un intento de fuga masiva de reclusos. El hallazgo se produjo el 2 de julio durante un operativo de control ejecutado por el Ejército Ecuatoriano, en coordinación con el SNAI y unidades de inteligencia del Ejército y la Policía Nacional.

Las estructuras subterráneas, ocultas en el bloque de mediana seguridad, evidencian un plan cuidadosamente trazado que estuvo a punto de concretarse sin levantar sospechas.
Los túneles no aparecieron de la noche a la mañana, según las primeras investigaciones, los internos habían estado excavando durante varias semanas, utilizando herramientas improvisadas, aprovechando cambios en el personal y la limitada vigilancia en ciertas zonas del centro.
Una fuga de esta magnitud no solo habría desbordado el sistema penitenciario local, sino que habría encendido las alarmas a nivel nacional, en un contexto donde el control carcelario ya se encuentra en una situación crítica. El hallazgo provocó una reacción inmediata, todos los reclusos del pabellón intervenido fueron reubicados en celdas distintas.
Técnicos del SNAI inspeccionan ahora las estructuras del centro para determinar si existen otros puntos vulnerables. Además del túnel, los uniformados decomisaron un teléfono celular, dos chips y $3,36 en efectivo, objetos prohibidos que evidencian la existencia de redes clandestinas de comunicación entre los internos.
El Centro de Rehabilitación Social de Guaranda no figura entre las cárceles más conflictivas del país. Lejos de los pabellones superpoblados y violentos de Cotopaxi o Guayas, Guaranda había sido considerada una prisión “tranquila”. Sin embargo, el hallazgo de este túnel demuestra que ni los centros más pequeños están exentos de la infiltración del crimen organizado.
El mismo día del operativo en Guaranda, las Fuerzas Armadas también ejecutaron una intervención en el Centro de Privación de Libertad N.º 1 de Tulcán, en la provincia del Carchi. Allí, la situación fue igual de preocupante: se decomisaron 11 armas blancas, 7 teléfonos móviles, 13 cables USB, cigarrillos electrónicos, dinero en efectivo, parlantes, auriculares, relojes y hasta máquinas de cortar cabello, todos objetos prohibidos que habrían sido introducidos con apoyo de redes internas y externas.
El patrón se repite: infraestructura vulnerable, vigilancia limitada y presencia creciente de elementos que facilitan el control delictivo desde adentro. La estrategia del Ejército ha sido realizar estos operativos de forma sorpresiva y en paralelo, para evitar que los reos alerten entre cárceles por medio de teléfonos celulares.
Desde 2021, más de 600 personas privadas de la libertad han muerto en enfrentamientos carcelarios, la mayoría relacionados con disputas entre bandas criminales.
Pese a los esfuerzos de intervención militar y reformas legales, los centros penitenciarios siguen siendo focos de violencia, impunidad y planificación delictiva. El caso de Guaranda, por su carácter inesperado, ha reavivado el debate sobre la efectividad de los controles y la profundidad de la infiltración en el sistema penitenciario.
La fuga no ocurrió. Pero pudo haber sido una de las más escandalosas del año. Gracias a un trabajo coordinado entre fuerzas militares, inteligencia y entidades estatales, el túnel de Guaranda se quedó a medio camino.
Sin embargo, las interrogantes persisten: ¿Quiénes lo construyeron? ¿Cómo consiguieron los materiales? ¿Cuántas personas estaban involucradas? ¿Y cuántos túneles más pueden estar en marcha en otras cárceles del país?