Por: Lisandro Prieto Femenía
Hoy queremos invitarlos a reflexionar sobre un asunto que entusiasma mientras angustia, a saber, la valoración del rol del docente desde un punto de vista estrictamente emancipador. Intentaremos pensar este asunto a partir del proverbio “Carpe diem!” o “aprovecha el día” (traducido comúnmente también como “aprovecha el momento”) de una manera más auténtica y menos vulgar, a los fines prácticos de intentar comprender el verdadero sentido del acto educativo.
La oda completa de donde proviene el lema precitado es de Horacio, un poeta romano que vivió entre el 65 a.C y el 8 a.C y forma parte de su colección “Carmina” (Odas), específicamente la frase que aparece en la 1.11, dirigida a Leucónoe, que puede ser interpretada como un personaje simbólico, representando a cualquier persona a quien el poeta quiere inspirar o dar consejo:
“No preguntes —es un sacrilegio saberlo— qué fin nos han dado a ti y a mí los dioses, Leucónoe, ni intentes los cálculos babilonios. ¡Qué mejor es aceptar lo que vendrá! Ya sea que Júpiter nos haya concedido más inviernos o el último, que ahora debilita con sus rocas opuestas el mar Tirreno. Sé sabia, filtra tus vinos y acorta la larga esperanza. Mientras hablamos, el tiempo envidioso habrá huido: aprovecha el día, confiando lo menos posible en el mañana”
Específicamente en su poesía, es común que encontremos nombre de mujeres que funcionan como figuras literarias más que personajes específicos con una historia concreta detallada. El consejo de aprovechar el día, en este contexto, se refiere a ella como una manera de involucrar al lector o al oyente en una reflexión estrictamente filosófica personal sobre la vida y el tiempo: debemos dejar de obsesionarnos por la previsión de un futuro incierto utilizando cálculos (en el caso del poema, “babilónicos”, o sea, astrológicos) y predisponernos a aceptar “lo que vendrá”, ya sea en abundancia o precariedad. El mensaje principal es no vivir como un idiota, sino sabiamente, disfrutando de un presente que no tiene precio sin dejarnos someter por los torturantes augurios de un mañana incierto. Leucónoe, por lo tanto, hoy, es Ud., mi amado y fiel lector.
Seguramente muchos de vosotros habéis conocido este lema tan poderoso de Horacio mediante su utilización en el film “La sociedad de los poetas muertos” (1989), en el cual se entrelaza el asunto de la finitud precedentemente explicado con un poema de Walt Whitman, titulado “Oh Captain! My Captain” (“¡Oh Capitán, mi capitán!”) mediante un majestuoso acto de pedagogía por parte del personaje John Keating, el docente inspirador interpretado por Robin Williams. En este sentido, el profesor utiliza el “Carpe Diem” para animar a sus estudiantes a vivir sus vidas de manera plena y auténtica, invitándolos a aprovechar cada día, día a día, buscando sus pasiones y no conformándose con las expectativas que la sociedad en general y sus familias en particular ponen sobre sus hombros. A modo ilustrativo, Keating invita a los estudiantes a la sala de trofeos de la escuela, mostrándoles fotos de antiguos alumnos conquistando y ganando cientos de galardones por competencias deportivas e intelectuales, demostrándoles que los personajes de esos logros también fueron jóvenes, con sueños y aspiraciones. Mientras los pupilos admiraban esos rostros de juventud inmortalizados en un mausoleo de recuerdos, el docente les murmuró: “Carpe Diem. Aprovechen el día, muchachos. Hagan que sus vidas sean extraordinarias”.
Retomando ya al poema de Whitman, el cual fue escrito en homenaje al presidente Abraham Lincoln tras asesinado, denota una clara muestra de lamento por la pérdida de un líder querido por simbolizar el respeto y la admiración que se gana quien es digno por saber guiar con valentía y sabiduría. En el contexto específico de la película precitada, los estudiantes recitan “Oh Captain! My Captain” como un tributo al profesor Keating, quien ha sido una figura de inspiración (como deberían ser, los buenos docentes):