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miércoles, septiembre 3, 2025

Psicólogo de bolsillo

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Por: Sara Salazar

La paradoja de nuestra época es brutal, nunca hubo una generación más conectada, y, sin embargo, nunca hubo una generación más sola, más ansiosa, más frágil. Jóvenes que pasan horas en redes sociales, que hablan poco con sus padres, que ya casi no confían en la amistad real, y que, cuando se sienten heridos, recurren a lo impensable, abrir su alma a una máquina.

Sí, hoy miles de adolescentes y jóvenes se desahogan con chats de inteligencia artificial como si fueran psicólogos de bolsillo. Una especie de “amigo digital” que nunca se cansa, que responde de inmediato, que siempre dice la frase correcta. Y aquí está la trampa, puede parecer útil, incluso puede brindar cierto alivio en momentos de angustia, pero no debemos olvidar lo esencial, la IA no sustituye a un psicólogo.

Porque una máquina no entiende nada de lo humano. Puede simular empatía, puede calcular la frase “entiendo tu dolor” en fracciones de segundo, pero no siente ni entenderá jamás. Solo reproduce patrones estadísticos. Por eso no está mal usarla como un apoyo complementario, como un espacio de desahogo momentáneo, pero el error es querer reemplazar con ella al profesional, al vínculo humano, a la relación terapéutica real. Tampoco es inocuo el hecho de entregar datos íntimos, emociones, historias familiares, traumas. ¿Quién garantiza que esa información no se usará con otros fines? Lo que se presenta como apoyo emocional gratuito podría convertirse en un negocio basado en la vulnerabilidad de los más jóvenes.

Y hay un tercer punto, los algoritmos no son neutrales. Están programados con ciertos valores, con ciertos sesgos. Eso significa que cada consejo, cada respuesta, está atravesada por filtros que puede que no tengan nada que ver con la ciencia psicológica. El riesgo está en que muchos jóvenes empiecen a tomar esas frases automáticas como verdades absolutas. ¿El resultado? Una generación que cree estar acompañada cuando en realidad está más sola que nunca. Jóvenes que entregan su dolor a un algoritmo y reciben, a cambio, un placebo digital.

La psicología, como todo arte del alma, requiere vínculo humano. No hay terapia sin presencia, sin mirada, sin palabra encarnada. La inteligencia artificial puede servir como herramienta auxiliar, pero jamás podrá sanar corazones. La ayuda verdadera empieza en el contacto humano, en la conversación sincera, en el consejo honesto, en el abrazo que sostiene. Buscar alivio en una IA no es malo. Creer que allí está toda la verdad, sí lo es.

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