Por: Lisandro Prieto Femenía
Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre un asunto extremadamente urgente y preocupante que, por supuesto no cuenta con el tratamiento debido en ningún medio de comunicación, a saber, la intencional desatención por la calidad de la educación por parte de una gran mayoría de los Estados occidentales ante el advenimiento de la inteligencia artificial que irrumpe en el panorama social y económico con una fuerza transformadora sin precedentes, redefiniendo los contornos del trabajo, la interacción y el conocimiento mismo.
Sin embargo, ante esta revolución tecnológica de calado estructural, se percibe una inquietante ceguera por parte de los Estados en lo que concierne a la planificación de la educación. Esta inacción no puede interpretarse como una simple negligencia, sino como omisión deliberada que merece un análisis filosófico-político profundo por sus implicaciones trascendentales.
Veamos, en primer lugar, la rápida obsolescencia del capital humano, que se erige como consecuencia directa de la desidia estatal. La IA, con su capacidad para automatizar tareas cognitivas complejas, está erosionando la validez de habilidades y conocimientos que tradicionalmente imparten los sistemas educativos. Esa capacidad, no es una mera promesa futurista, sino que ya mismo, mientras usted me lee, está transformando radicalmente el mercado laboral cuya manifestación se manifiesta en diversos sectores concretos. Uno de ellos, es el que tiene lugar en áreas como la entrada de datos, la transcripción y el procesamiento de información, cada vez más automatizadas por sistemas de IA. Por ejemplo, los sistemas de entrada de datos automatizados pueden realizar tareas repetitivas con mayor rapidez y precisión que los seres humanos. También, la tecnología de reconocimiento de voz está reemplazando a los transcriptores en muchos campos al punto tal que se estima que aproximadamente entre un 50% al 70% de las tareas podrían ser automatizadas con las tecnologías actuales.
Otro ejemplo puntual lo podemos ver en el análisis e interpretación de datos básicos, en tanto que si bien el análisis de datos complejos y la formulación de estrategias siguen requiriendo la experiencia humana, la IA está demostrando una notable capacidad para analizar grandes conjuntos de datos e identificar tendencias básicas, una tarea que tradicionalmente requerían analistas junior. Ni hablar de los “chatbots” y los asistentes virtuales, los cuales son cada vez más sofisticados en su capacidad para responder preguntas frecuentes, proporcionar información básica y resolver problemas sencillos de atención al cliente: más allá de lo frustrante que es para una persona intentar resolver un problema y que te conteste una máquina estúpida, está claro que este fenómeno está impactando en la demanda de roles de nivel de entrada en centros de llamadas y servicios de soporte técnico.
Junto con un futuro no muy promisorio para los traductores humanos, la IA también se está cargando las tareas administrativas y de oficina llevadas a cabo por gente con pulso: se está integrando en software de gestión empresarial para automatizar tareas como la programación de citas, la gestión de correos electrónicos, la lectura de métricas y la organización de documentos. Para comprender la magnitud de este asunto, Forbes publicó un estudio que sugiere que los ejecutivos estiman que dentro de los próximos cinco años sus organizaciones eliminarán más de la mitad (56%) de los puestos de trabajadores del conocimiento de nivel de entrada, debido a la IA. Además, el 79% predice que estos trabajos dejarán de existir a medida que la IA cree nuevos roles para quienes logren ingresar a la fuerza laboral.
Los precitados ejemplos ilustran cómo la IA no sólo está automatizando tareas manuales, sino que también está incursionando en dominios cognitivos que antes se consideraban “exclusivamente humanos”. La implicación directa para los derruidos sistemas educativos es clara: la formación tradicional, centrada en la adquisición de habilidades ahora automatizables, necesita una revisión profunda para preparar a las futuras generaciones para un mercado laboral radicalmente transformado. La intencional desatención estatal en la adaptación de los currículos y las metodologías pedagógicas ante esta realidad sólo está agravando la brecha entre las habilidades que se enseñan y las que realmente demanda el mundo laboral.