En el Centro de Privación de Libertad Nro. 1 de Tungurahua el día comenzó diferente. No fueron los gritos habituales ni el sonido de las rejas lo que rompió la rutina. Esta vez, el eco de las botas militares y la tensión en el ambiente anunciaban algo más: un operativo sorpresa.

A puertas cerradas y bajo estrictas medidas de seguridad, miembros de las Fuerzas Armadas junto a la Policía Nacional, desplegaron un exhaustivo control de armas, municiones y explosivos (CAMEX) al interior del pabellón de contraventores.
El objetivo era claro: neutralizar cualquier amenaza oculta entre las rejas. Lo que parecía un simple registro terminó revelando un pequeño mercado negro incrustado entre barrotes y paredes.
La lista de hallazgos habla por sí sola: 25 sobres con envolturas de papel, presuntamente sustancias sujetas a fiscalización, 39 cigarrillos, utilizados muchas veces como moneda de cambio, 4 cables USB, 3 pares de audífonos, 4 cargadores y 2 celulares: 3 chips telefónicos, la llave para continuar operando desde el encierro, 4 relojes encendedores y 8 armas cortopunzantes y 5 dólares americanos.
Este operativo no es un hecho aislado. Las Fuerzas Armadas han intensificado los controles al interior de este centro penitenciario, como parte de un esfuerzo sostenido para frenar el ingreso y circulación de objetos prohibidos, cumpliendo estrictamente con los protocolos de derechos humanos.