ENFRENTAMIENTO
Lo que debía ser una jornada futbolera por los dieciseisavos de final de la Copa Ecuador terminó convirtiéndose en una vergonzosa postal de violencia y descontrol.
La noche del 16 de julio, el estadio Olímpico Fernando Guerrero de Riobamba fue escenario no solo de un emocionante empate 1-1 entre Olmedo y Liga de Quito, definido por penales a favor del conjunto albo, sino también de una brutal pelea entre las hinchadas que empañó la fiesta deportiva.
Palos, varillas, bengalas y hasta armas blancas salieron a relucir entre gritos, empujones y desesperación. Lo que se vivió no fue una simple riña, fue un episodio de violencia a gran escala, provocado en gran parte por una negligente decisión logística que obligó a que ambas barras ingresaran por la misma puerta del estadio.
Las imágenes que circularon rápidamente por redes sociales muestran el momento en que aficionados de ambos bandos se encontraron cara a cara. No hubo cordones de seguridad, ni personal de control suficiente para contener el choque. En segundos, la tensión estalló: se lanzaron objetos, se cruzaron golpes, y en medio de la refriega aparecieron elementos cortopunzantes.
Testigos afirman que varios hinchas del ‘Ciclón’ agredieron a seguidores de Liga cuando estos intentaban cruzar por la tribuna local. El resultado: heridos, pánico generalizado y un llamado urgente de auxilio a la Policía, que tardó más de lo esperado en intervenir.
Mientras en la cancha el partido se definía en la lotería de los penales con Lautaro Pastrán y Bryan Wittle marcando los goles del 1-1 en los 90 minutos, en las gradas la violencia seguía cobrando protagonismo. No era una escena de una película, era la cruda realidad del fútbol ecuatoriano sin controles adecuados, sin aprendizaje del pasado.
Liga de Quito avanzó a los octavos de final, sí, pero el verdadero resultado de la jornada fue una derrota para todos: para la organización, para las autoridades de seguridad, para el deporte y para la afición que aún cree en el fútbol como un espacio de encuentro, no de guerra.
En la mayoría de ligas del mundo, las hinchadas visitantes y locales están estrictamente separadas. En Ecuador, a pesar de experiencias trágicas previas, todavía se permite que rivales compartan espacios sin las mínimas garantías.
