Ritual del animero al llegar al cementerio

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Al ingresar al cementerio se dirige hacia la cruz central, deposita la calavera y la campana en una tumba, da tres pasos hacia atrás, se arrodilla, coloca su cuerpo en el piso boca abajo simulando una cruz, reza un Padre Nuestro y Una Ave María, toca tres veces la campana, cantando parado con los brazos abiertos en forma de cruz, continúa con el recorrido hasta completar las 59 esquinas del pueblo que concluye cada noche en Penicucho.
A la diferencia de hace décadas, Penipe cuenta ya con alumbrado eléctrico lo que facilita el recorrido de este personaje con la diferencia de que no impone el mismo temor, como lo hacían con los habitantes más longevos del cantón, los jóvenes van perdiendo el interés de formar parte de este ritual, la transculturización ha influido para que los penipeños no muestren el interés que deberían.
Es un ritual que ha acompañado año tras año interrumpidamente, no debería perderse ya que es parte de la cultura, no solo de Penipe, sino de Chimborazo y la Región Andina. Es uno de los pocos pueblos del país que aún mantiene esta práctica, los medios de comunicación masiva, han influido para que el Animero sea conocido en todo el estado, llamando la atención de turistas que desean conocer de qué trata el ritual.
Cuando Ángel Ruiz se viste de animero, se transforma en otra persona. Deja de comunicarse con los vivos y ‘habla con los muertos’, para recordarles con sus cantos que está cerca de conmemorarse el Día de los Fieles Difuntos. Esta tradición se cumple en Penipe, un cantón situado al norte de Chimborazo, desde hace 451 años. A sus 67 años, ‘Don Ángel’, como lo llaman en el pueblo, es reconocido por su voz gruesa y alta, de hecho, por eso su padre Teodomiro lo eligió para que le sustituyera en la responsabilidad de guiar a las ‘divinas almas del purgatorio’.
“Esta tradición es generacional. A mí me enseñó mi padre, a él le enseñó su abuelo y él aprendió del hacendado con quien trabajaba en los años cuarenta, Federico Alvear, y así continúa la cadena de sabiduría”, cuenta el animero. La tradición consiste en recorrer las 59 esquinas del pueblo llamando a las almas que penan en el purgatorio con una campana de bronce, el cráneo de una calavera, un crucifijo en el pecho y un rosario en la mano derecha. Al terminar cada cuadra repite cantando la misma oración fúnebre.
El ritual, que se cumple todos los años desde el 15 de octubre hasta el 2 de noviembre, se inicia todos los días en el mismo sitio: la puerta principal de la Iglesia de Penipe, a las 22:30. Ángel pide permiso con una oración y los vecinos salen de sus viviendas para acompañarle en el recorrido.
En 1962, las calles empedradas eran oscuras y los curiosos salían con velas encendidas para alumbrar el camino. Hoy los acompañantes recorren junto al animero con sus teléfonos, cámaras, tabletas y filmadoras. “Me acuerdo de esta tradición desde que era niña. Era un gran acontecimiento y un acto de valentía del animero; nosotros le seguíamos hasta la esquina, él entraba solo al cementerio”, cuenta Dina Pozo, habitante del sector.
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