Con la supuesta nueva normalidad y la campaña yo me cuido, el COE Nacional –que se supone debería estar comandado por el Presidente de la República– decidió el año pasado que las clases se retomen en varios planteles educativos, bajo un plan piloto de retorno progresivo.
La decisión no fue acogida de buena manera y recibió cuestionamientos por lo apresurada y radical. ¿Cuál era apuro, como se dice coloquialmente, de llevar a los niños y docentes a las aulas?
En todo caso, si fuere acertada o no, producto del ostensible incremento de casos por Covid-19 en todo el país, el anuncio de la nueva variante del coronavirus causante de la pandemia; y, con autoridades llenas de incertidumbres, como nunca, el COE ha reculado y comunicó ayer que el plan piloto de retorno progresivo a las clases presenciales queda suspendido hasta la segunda semana de febrero, cuando se analizará si es procedente adoptar esta medida.
Será un tiempo también para conocer cómo avanzan las políticas gubernamentales en su afán de mitigar los contagios, bajo la consideración del exhorto hecho por el Presidente, días atrás, para que los COE municipales ordenen medidas más drásticas para evitar aglomeraciones, se controle el uso de mascarilla, entre otras normas de bioseguridad mínimas.
Si ya luego de ese compás de espera se notifica del retorno a clases, que por el bien de todos sea planificado y no nos invada la sensación recurrente de improvisación.
