VIAL
Entre imprudencias al volante, una cultura vial deficiente, Ecuador enfrenta una crisis vial que no da tregua. Lo que parece una serie de cifras frías y estadísticas de tránsito, en realidad, refleja una problemática estructural mucho más compleja, un sistema de movilidad que exponen diariamente a miles de ciudadanos al riesgo, sin herramientas suficientes de prevención ni respaldo económico ante la tragedia.

Solo en el primer trimestre de 2025, los accidentes de tránsito cobraron más de 560 vidas y dejaron más de 4.000 heridos, una realidad que, lejos de ser excepcional, se repite año tras año sin soluciones contundentes.
Ecuador amanece cada día con nuevas historias de dolor sobre el asfalto, el país registró cerca de 4.800 siniestros viales, con un saldo fatal de más de 560 personas fallecidas y más de 4.000 heridas. Las cifras, proporcionadas por la Agencia Nacional de Tránsito (ANT) y el INEC, muestran una leve disminución frente al mismo período del año anterior, pero no alcanzan para hablar de una mejora real.
Lo cierto es que la seguridad vial en Ecuador sigue siendo un reto urgente, complejo y, sobre todo, humano, las principales ciudades del país concentran buena parte de los siniestros registrados. En Quito, la situación es crítica.
Solo entre enero y febrero, la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT) reportó más de 600 accidentes, con 43 víctimas mortales. La mayoría, peatones y motociclistas, los dos grupos más vulnerables en las vías. La misma tendencia se repite en varias provincias como Chimborazo, donde los jóvenes entre 18 y 29 años son los más expuestos.
En el caso de los motociclistas, el aumento del uso por trabajo informal y plataformas de entrega ha disparado la siniestralidad en este grupo. Según datos oficiales, el 46,3 % de los accidentes son choques entre vehículos, el 15,2 % corresponden a pérdidas de pista y el 10,4 % a atropellos.
La mayoría ocurren en zonas urbanas (61,9 %) y en el 74 % de los casos están involucrados hombres. A esto se suman causas que se repiten una y otra vez: exceso de velocidad, irrespeto a las señales de tránsito, uso del celular al conducir y conducción bajo influencia de alcohol. Expertos en movilidad coinciden en que el país enfrenta una crisis cultural.
El auge de las motocicletas, Scooter eléctricos y bicicletas eléctricas, especialmente en jóvenes, ha traído consigo nuevos riesgos. Muchos de estos medios de transporte circulan sin regulación clara, sin protección adecuada y en vías diseñadas para otros tiempos.
La siniestralidad vial en Ecuador no es solo un problema de tránsito. Es un reflejo de fallas estructurales: en educación, en legislación, en infraestructura, en cultura ciudadana y en políticas públicas.
Reducir los siniestros no depende únicamente de sancionar más o de poner cámaras. Se requiere una visión integral que abarque desde el rediseño de las ciudades hasta una política nacional de movilidad sostenible. El rol de las autoridades es fundamental, pero también lo es la responsabilidad individual.
A esto se suma un sistema de licenciamiento que no garantiza habilidades reales de conducción ni fomenta una cultura de respeto vial. La formación ética y técnica de los nuevos conductores sigue siendo débil, con procesos de evaluación fácilmente vulnerables.
El sector asegurador también ha empezado a alzar la voz. Además de cubrir los costos de los siniestros, las aseguradoras están promoviendo campañas de educación vial, análisis de datos y planes de prevención.