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viernes, octubre 3, 2025

SOÑAR NO CUESTA NADA…

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La música urbana: ¿arte, moda o degradación cultural?

Por: Fedgar

La música siempre ha sido espejo de la sociedad, ya que, refleja sus aspiraciones, sus dolores y sus contradicciones. En las últimas décadas, la llamada “música urbana” o el reguetón, el rap u otros géneros derivados, se ha convertido en un fenómeno global que despierta pasiones y rechazos a partes iguales. Para algunos es arte legítimo; para otros, una simple moda pasajera; y para no pocos, un signo de degradación cultural.

No se puede negar que la música urbana ha democratizado la creación. Jóvenes de barrios marginales, sin acceso a grandes estudios, han logrado irrumpir en la escena mundial con ritmos contagiosos y letras que narran su realidad. Este aspecto, sin duda, le otorga un valor social; es decir, la voz de quienes históricamente fueron invisibles, ahora resuena en todo el planeta.

Sin embargo, la crítica más dura recae en el contenido de muchas de sus letras. La exaltación del machismo, la violencia, el consumismo y la banalidad no son detalles menores. La música, como lenguaje universal, tiene un poder enorme de influencia, especialmente sobre niños y adolescentes. ¿Qué mensaje se transmite cuando la figura femenina aparece reducida a objeto sexual o cuando el éxito se asocia únicamente al dinero fácil y al lujo desmedido?

Al mismo tiempo, no podemos desconocer que este fenómeno cultural ha generado identidad en millones de jóvenes. Ellos encuentran en estos ritmos una manera de expresarse, de pertenecer a una comunidad, de ser escuchados. ¿Se trata entonces de una degradación cultural o de un nuevo lenguaje que la sociedad adulta aún no aprende a interpretar?

La respuesta quizá no sea única. La música urbana, como toda expresión cultural, tiene luces y sombras. Es arte cuando nace de la creatividad genuina y de la denuncia social. Es moda cuando se limita a seguir fórmulas comerciales. Y puede ser degradación cuando reduce la cultura a la superficialidad de sus peores excesos.

El desafío está en educar a las nuevas generaciones para escuchar con criterio. No se trata de censurar, sino de enseñar a distinguir entre lo que enriquece y lo que trivializa. En última instancia, la música urbana será lo que la sociedad decida hacer con ella: un grito de libertad, una tendencia pasajera o un espejo que desnude nuestras propias carencias culturales.

Como soñar no cuesta nada, sería loable que al igual que se da culto a los nóveles géneros musicales foráneos, emerjan del seno de nuestra juventud, el rescate de la inmensa variedad musical nacional o regional; mismas que han caído en el olvido, por la alienación sufrida en las generaciones actuales.

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