Por: Fedgar
Por doquier impera el caos en el mundo y de modo particular en el Ecuador. La humanidad sufre una de las peores crisis de su existencialismo. Los antivalores han superado a los valores consustanciales de la vida. El egoísmo, la egolatría, el arribismo, la ambición desmedida, el genocidio, han calado profundamente en la existencia de los humanos, desconociendo que la práctica cotidiana de los valores, lo distinguían dentro de la escala zoológica animal, como seres racionales.
Ecuador está sumido en un caos profundo, debido a una combinación de factores internos y externos. La violencia y el narcotráfico han alcanzado niveles alarmantes, convirtiendo al país en uno de los más violentos de América Latina.
Se lo puede señalar como causas del caos, al empobrecimiento, a la falta de oportunidades, a la confrontación irracional y estéril. A lo anterior se añade la caída de los precios internacionales del petróleo y la pandemia, factores estos, que han llevado a un aumento de la pobreza y la desigualdad.
Los jóvenes de sectores populares se ven atraídos por redes criminales debido a la falta de acceso a educación y empleo. Muy a pesar de todo lo anteriormente expuesto, debemos reconocer que se ha debilitado la capacidad del Estado para controlar el narcotráfico y la violencia, reduciendo inversiones en seguridad y educación. La corrupción y el crimen organizado se ha infiltrado en el aparato estatal, corrompiendo a la clase política y las fuerzas del orden y la paz.
Ecuador se ha convertido en un centro de operaciones internacionales de narcotráfico. Las consecuencias de esta debacle viven la población, que hoy, es presa del miedo, con sus escuelas. Tenemos empresas e instituciones trabajando de forma remota debido a la inseguridad.
Hay 22 bandas criminales organizadas peleando entre sí en Ecuador, lo que ha llevado a un aumento significativo en la tasa de homicidios. Pues, el esfuerzo del estado para combatir el caos es insuficiente, si a ello sumamos el fraccionamiento en la que vive el pueblo ecuatoriano, sin que ni el un bando, ni el otro, cedan en favor de buscar la paz y la armonía.
Sin embargo, debemos reconocer las iniciativas de los salesianos y otras organizaciones están trabajando en barrios populares para educar y dar oportunidades a jóvenes, evitando que caigan en el narcotráfico.
El CETIM ha pedido al Consejo de Derechos Humanos que active mecanismos para proteger los derechos humanos de la población ecuatoriana y que el gobierno ecuatoriano renuncie a los “servicios” de grupos criminales y regule las actividades de empresas transnacionales.
Como soñar no cuesta nada, pedimos que, por dios, depongan actitudes intransigentes, se legisle y se actúe en función de los grandes intereses del pueblo, en procura de brindarle seguridad, bienestar y progreso.