El escritor y filósofo español Fernando Savater, durante la presentación de un libro, advirtió que “uno puede tener 8 doctorados o 6 másteres y ser un perfecto canalla. Una cosa es la instrucción y otra la educación. Lo importante es ser un buen ciudadano”. ¿Cuántos perfectos canallas hay en el mundillo de la política, de la academia, de la administración pública, de los medios de comunicación, en las cortes nacionales e internacionales, etc. y aun en el clero y la educación?
En la primera línea de los perfectos canallas están, sin duda alguna, los dictadores de derecha e izquierda que, desde un autoritarismo y fundamentalismo ideológico, arremeten contra la libertad de expresión y pensamiento, estigmatizan y descalifican a quienes no piensan como ellos; los altos funcionarios del Estado, envueltos y revueltos en episodios de corrupción; los personajes tramposos llenos de retórica revolucionaria, pero engolosinados con las comodidades y privilegios de la plutocracia y de fortunas mal habidas.
¿No será un perfecto canalla, por ejemplo, el ahora expresidente peruano, quien por su edad, estatus, capacidad financiera se supone que estaría libre de caer en el fango de la corrupción?
En nuestro país, posiblemente haya muchos perfectos canallas entre los poderosos personajes que llegaron a acuerdos para cubrirse las espaldas, entre los causantes de las astronómicas cifras de la deuda pública; entre los que firmaron millonarios contratos con sobreprecios realizados al amparo de decretos presidenciales ad hoc; entre los que prostituyeron la política; entre los que manipularon las decisiones judiciales; entre quienes minaron la institucionalidad democrática, despilfarraron fondos públicos en obras de relumbrón innecesarias; entre quienes destruyeron el sueño de cientos de miles de jóvenes aspirantes a la universidad; entre quienes… Por lo visto, en Ecuador, para unos, es fácil y excitante ser un perfecto canalla; pero ventajosamente para otros, es importante ser un buen ciudadano.