El estado de guerra interna declarado por el gobierno de Noboa contra la narcodelincuencia nos está pasando factura en términos de inseguridad que se ha potenciado especialmente en las ciudades grandes y pequeñas. Los buses, los hogares, los negocios grandes y pequeños son víctimas de asaltos, de amenazas de robos y atentados. En algunos casos, ciudadelas o complejos habitacionales se cercan, se cierran, contratan vigilancia privada. Las tiendas de la esquina se protegen con barrotes metálicos o de madera, de varias formas y figuras. En ciertos sectores de la urbe, transitar a determinadas horas es exponerse al asalto. Si la delincuencia que está en acecho, descubre que, en determinada vivienda, habitan solo ancianos, les asaltan sin escrúpulos.
Pese al estado de guerra y toque de queda vigente, se siente un ambiente de inseguridad por los cuatro costados. Asaltos, ataques, drogas, violencia de género, femicidios, abusos y maltrato a la vejez, violaciones, accidentes de tránsito producidos por exceso de velocidad o por el estado etílico del conductor, agresividad, descortesía y hasta la naturaleza hostil configuran un macabro cuadro que los medios de comunicación nos presentan de forma agobiante todos los días en sus noticiarios.
Frente a esta realidad nacional, las fuerzas del orden, Policía y Fuerzas Armadas, en el marco de un estado de guerra interna, multiplican sus esfuerzos para vigilar y combatir sin tregua a la delincuencia organizada. Pero es preciso entender que si no hay una actitud de colaboración e involucramiento ciudadano, toda acción de las fuerzas del orden será insuficiente porque esta guerra tiene que llegar a su fin con la victoria del pueblo ecuatoriano unido.
El hecho es que vivimos asfixiados en un ambiente de inseguridad, de miedo, de angustia frente una realidad, donde la violencia ha llegado a límites nunca antes vividos, todo por acción de la delincuencia, del crimen organizado, de las “vacunas” que, irónicamente descubierta para salvar vidas, ahora están asociadas a la extorsión, el chantaje, la intimidación, la amenaza.