Por: Beatriz Viteri Naranjo
El 8 de Marzo se conmemora el “Día Internacional de la Mujer”, formalizado por Naciones Unidas en 1975, en honor a la lucha histórica por los derechos de las mujeres y la igualdad de género; fecha que no es una celebración, sino un día de reflexión, memoria y reivindicación.
A lo largo de la historia, muchas mujeres valientes en el mundo han luchado incansablemente por la reivindicación de los derechos de las mujeres, los pueblos indígenas, los derechos humanos y la justicia social; mujeres que han desafiado estructuras de poder, han enfrentado represión y violencia, y han sido pioneras en la lucha por la equidad; su legado continúa inspirando a las nuevas generaciones a seguir trabajando por un mundo más justo, con igualdad de derechos y oportunidades.
Sin duda, abrirse paso en un “mundo de hombres” fue el anhelo de muchas mujeres ecuatorianas, que al igual que, en otras partes del mundo, buscaron un espacio para ser reconocidas; como el caso de Matilde Hidalgo de Procel, a quien la historia de Ecuador reconoce como la primera mujer que reclamó y se inscribió para ejercer su derecho al voto en 1924, cuando ello solo estaba concedido a los hombres; así también, fue la primera mujer en el país en obtener un título universitario, convirtiéndose en un referente para la reivindicación de los derechos civiles y políticos de las mujeres; su lucha abrió puertas para que las mujeres participaran activamente en la vida política del país.
Sin duda, la frase: “Levantemos nuestros libros y nuestros lápices, que son nuestras armas más poderosas”, de Malala Yousafzai, una activista pakistaní, Premio Nobel de la Paz en 2014, apenas con 17 años, la persona más joven en acceder a ese galardón en cualquiera de las categorías que se otorgan; expresa un mensaje profundamente inspirador sobre el poder de la educación en la lucha contra la opresión y la injusticia, ya que los libros y lápices, como objetos cotidianos de la educación, se presentan en él como armas, un simbolismo que resalta que la verdadera fuerza para cambiar el mundo no reside en la violencia o en el conflicto físico, sino en el conocimiento y las herramientas intelectuales. Los libros representan la educación, mientras que los lápices simbolizan el acto de escribir, de generar ideas, de aprender y compartir conocimientos. Al referirse a los libros y lápices como “nuestras armas más poderosas”, hace un claro contraste con la violencia; ya que, en muchos contextos de conflicto, las armas físicas, como las armas de fuego son vistas como el medio para lograr poder; sin embargo, este mensaje resalta que el verdadero poder está en la educación, que es una fuerza pacífica pero transformadora. Esto refuerza su mensaje de que la lucha por los derechos, especialmente los derechos de las niñas a la educación, debe ser pacífica y constructiva.
Aquella frase también tiene un mensaje de empoderamiento femenino, porque destaca la importancia de que las niñas y mujeres se eduquen como un medio para alcanzar sus derechos, aumentar su autonomía y contribuir al bienestar de la sociedad. No solo invita a las personas a valorar la educación, sino a tomar acción, a ser agentes activos en la transformación social, a través del conocimiento.
Un saludo reverente a todas las mujeres del mundo, cuya fuerza, valentía y amor transforman cada día la sociedad.
¡Sigamos luchando desde el espacio en el que nos encontremos, por un presente y futuro de igualdad, respeto y libertad!