“Dos alcaldes de Esmeraldas donan sus sueldos para comprar alimentos para familias sin recursos” es el encabezado de una nota prensa sobre la decisión de dos alcaldes que decidieron donar dos meses de sus sueldos para comprar raciones alimenticias para donar a las familias vulnerables que, debido a la emergencia sanitaria, no han podido ir a sus labores agropecuarias y pesqueras, dos actividades económicas importantes en el sector. Además, los concejales, directores y jefes departamentales donarán el 20% de sueldo de marzo. “Todo lo recaudado será utilizado para elaborar miles de kits alimenticios”
Ciertamente que esta circunstancial y generosa actitud de alcaldes y ediles de ese sector de la patria merece también un aplauso circunstancial porque, sin lugar a dudas ayudará a paliar el sufrimiento y carencias de numerosas familias que, en las actuales circunstancias, están atravesando horas críticas, sobre todo por falta de alimentación.
Más allá del altruismo, de la filantropía y desprendimiento, sinceros o no, sospechosamente políticos o no, lo que incuestionable y claro es que las políticas administrativas serias, honestas, responsables deben trabajar por el bienestar del pueblo, a nivel nacional y seccional, dotándole oportunamente de servicios básicos, creando fuentes de trabajo, asegurando una buena educación.
En el fondo, la sociedad aspira que, conforme lo establece la Constitución vigente, el Estado cumpla con su deber fundamental de “planificar el desarrollo nacional, erradicar la pobreza, promover el desarrollo sustentable y la redistribución equitativa de los recursos y la riqueza para acceder al “buen vivir” Y esto. pese a su sentido profundamente humano, no se consigue con teletones, campañas benéficas para recoger dinero entre la población utilizando la televisión, conjuntos musicales y otros espectáculos afines, práctica muy frecuente en el ambiente ecuatoriano. Lo hacen municipios, reinados, clubes deportivos, asociaciones y otras instituciones privadas.
