Por. Eduardo Díaz A.
El resultado electoral deja varias lecturas, y ya mucho se ha hablado de cifras, respecto de lo cuantitativo, pero, más allá de los resultados de quienes están en la segunda vuelta, la lectura democrática sobre lo cualitativo es trascendental; porque deja consecuencias, que evidencian el clivaje político por las disyunciones ideológicas y la marcada polarización, que fracciona el constructo social; (nuestro territorio y su regionalismo) porque no logramos entender, que, las posiciones y diferencias ideológicas están para resolverse democráticamente, sin salvajismos, sin ataduras políticas, sin intervencionismos, sin demagogia, corrupción y fanatismo.
Es, esa misma polarización, la causante del divisionismo, que, por una parte fragmenta la calidad democrática, y por otra, escala la adjetivación de la política, <donde ya nada es argumento y deliberación> sino más bien, ( el fulano, el mengano, el zutano) una exposición de insultos intercambiables , que de manera incomprensible se replican entre los lideres, los medios y los fanáticos; que solo evidencian una actuación qué, ni en la génesis del nomadismo era intercambiable, pues más bien buscaban formas de subsistencia y desarrollo.
Independientemente de ideologías <que ni si quiera están bien definidas, porque algunos no saben lo que representan, ni lo que son> debemos buscar como sociedad, un modelo de democracia participativa, pluralista, en un constructo de todas las generaciones: Baby Boomers, la generación silenciosa (1946-1960), generación X (1961-1979), generación Millennial (1980-1994), generación Centennial (1995-2010), generación Alfa (2011- en adelante), para que, la gobernanza, gobernabilidad y manera de gobernar (términos parecidos, pero de significados muy distintos) nos enrumben hacia políticas, del triángulo estructural de la sociedad (SSE) seguridad, salud y educación.
