Franklin Cepeda Astudillo
Hace algo más de un año, saludé y exterioricé mi parabién por la publicación del libro Epigrafía y escultura patrimonial de Cuenca, que diera a la estampa Felipe Díaz Heredia. Evocando tan grata confluencia, no puedo menos que expresar mi parabién y saludo para Gerardo Nicola Garcés por la publicación de Ambato eterno, libro que, coincidiendo en algunos enfoques con el esmerado trabajo culminado en el austro, nos ofrece una vistosa secuencia de reseñas históricas, imágenes, detalles, fotografías antiguas y contemporáneas y otros elementos que nos aproximan a los referentes urbanos, a los imaginarios, a los rincones, y, de manera especial, a la memoria objetivada de tan querida ciudad andina.
Ambato eterno, libro de formato mediano con apreciable labor de procesamiento gráfico, nos ofrece 53 capítulos que con serena amenidad cuentan, describen, revelan, desentrañan, o vuelven al presente, los orígenes y cursos de los más importantes referentes que conforman en imaginario urbano de San Juan de Ambato. Sus 240 páginas nos refieren la historia y las vicisitudes subyacentes a los sitios más representativos de la polis guaitamba y lo hacen con el cariño y la devoción de un investigador que, más allá del ligamen afectivo que mantiene con su terruño, siente la necesidad de poner orden en el conocimiento e inteligenciar a las nuevas y futuras generaciones sobre las múltiples materias abordadas, con mayor razón si en un estudio como este no pueden menos que intersecarse y hasta confluir las consideraciones históricas con las antropológicas, económicas, religiosas, telúricas… …o culturales que en incesante imbricación propician tan densa urdimbre.
Una aproximación ensayada entre líneas nos allega en cambio a las lides por la memoria, de manera notable por la memoria evocada desde el sentir local, ese fervor que lleva a su autor a reivindicar las glorias de Ambato, esos trances que la historia general no siempre recoge y justiprecia, o que las historias contadas desde otras circunscripciones relativizarían, pero también complementarían, tal el caso del relato alusivo a la Convención de 1835, que diera a Ecuador su segunda constitución como Estado pero la primera como República, dejando atrás lo que Nicola llama “desacuerdos con artículos anómalos”.
La consideración del legado de los prohombres que forjaron el pasado y el presente de Ambato no podía menos que ocupar un lugar destacado en las páginas de un libro como Ambato eterno; ya en Ambatiqum, Nicola nos ofreció una sugerente galería biográfica y testimonial; en su nueva producción, dado el distinto enfoque, no podía menos que refrescar su cosecha previa, sacando a la luz los entresijos arquitectónicos y representacionales aparejados a la memoria tangible de una ciudad que vio nacer a numerosos ecuatorianos ilustres: Juan Montalvo, Juan León Mera, Pedro Fermín Cevallos…
Enhorabuena por este libro, que frecuentemente confluye con las propuestas de trabajos y autores que hemos abonado a los estudios en torno a la arquitectura, el arte y el urbanismo; enhorabuena por reverdecer el legado de arquitectos y escultores forjadores de monumentos, templos, parques, memoriales y ciudades sin más, y enhorabuena, en el mismo sentido, para don Gerardo Nicola, que junto a otros apreciados colegas de Ambato y el país, indaga el pasado, el presente, desplegando página a página toda una historia, una memoria y un patrimonio que mal podrían asumirse como exclusivamente locales cuando todo apunta a su irradiación nacional.