Artículo de Opinión: ¿El derecho a la protesta o la legitimación de la violencia?

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OPINIÓN

¿El derecho a la protesta o la legitimación de la violencia?

David Hidalgo (Riobamba)

El derecho a la protesta es la base para el ejercicio de los derechos constitucionales de una sociedad, pues es un recurso legítimo para limitar el poder cuando este se manifiesta en una desigualdad estructural.

No obstante, llevar la explosión del descontento a manifestaciones de violencia que nada tienen que ver con la propuesta de reivindicación, desvirtúan la lucha.

Una vez más los ecuatorianos nos encontramos en medio de una nueva confrontación. Se elevan voces a favor y en contra de posiciones que no parecen hallar un punto de encuentro. A cuarenta y ocho horas de haber iniciado la medida de hecho, es evidente que el diálogo no ha logrado abrir una brecha en el muro de las discrepancias.

Los diez reclamos del paro son: la reducción y congelamiento del precio del combustible; el refinanciamiento de deudas por un año para el sector agrícola; el control en los precios de los productos para el campo; la no precarización de la jornada laboral; la revisión de los proyectos extractivistas (mineros); el respeto de los derechos colectivos, como la educación bilingüe y la justicia indígena; la no privatización de los sectores estratégicos; el control de la especulación de precios; un presupuesto digno para la salud y educación y la generación de políticas públicas de seguridad.

Aún tenemos presente el recuerdo de lo que fueron las jornadas de protesta de octubre de 2019. Ojalá como sociedad hayamos aprendido las duras lecciones que nos dejó ese enfrentamiento, en el que tuvimos que lamentar la muerte de una decena de personas y más de 1500 heridos, entre manifestantes y miembros de las fuerzas de seguridad.

La situación actual nos confronta con las divisiones que nos separan como sociedad, se podría pensar que con el paso de los años enmendaríamos los errores del pasado y encontrar nuevas formas de entendimiento; enmarcadas en el diálogo y el respeto mutuo. Pero como reza el viejo adagio popular: “Un pueblo que no aprende de su historia, está condenado a repetirla”.

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