Por: Franklin Tapia
La sociedad vive en la actualidad permanentes y acelerados cambios, con el avance tecnológico en todas las actividades inherentes al convivir humano.
Nos guste o no, somos observadores y actores implicados en la innovación tecnológica, unas veces aceptamos con pasividad o también la criticidad está presente, al valorar la utilidad y sus beneficios, sus implicaciones y consecuencias, con sus perjuicios o peligros en su utilización, si el acceso no es equitativo, inclusivo, pertinente y ajustado a la ética, la moral y la deontología.
La responsabilidad social debe formar parte de nuestra evaluación, porque se corre el riesgo de utilizar del avance tecnológico, la base de datos de manera deliberada, en acciones que riñan con la moral en la automatización o en su aplicación.
En el Ecuador de manera permanente, se expresa que es indispensable reducir la brecha digital, consigna que debe ser política de estado, en donde las instituciones públicas y privadas, faciliten el acceso a todos al mundo digital, única manera de enfrentar a los desafíos que la educación, el trabajo, la salud y el mundo productivo exigen.
Las escuelas, colegios y universidades, deben promover la educación en tecnologías digitales; sus diseños curriculares, metodología y evaluación, deben ser parte de la aplicación del mundo digital en el desarrollo de habilidades cognitivas y psicomotoras, fusionando la teoría con la práctica, para lograr perfiles de salida con experticia y competencias que el mundo laboral exige.
No podemos ni debemos dejar de proclamar que las tecnologías son herramientas que deben mejorar la calidad de vida de las personas, no que las sustituyan, tomando conciencia del impacto social y ambiental de sus productos y servicios.
La sostenibilidad y el bienestar de la comunidad debe prevalecer, porque en muchos casos observamos como afecta, el uso indiscriminado de la tecnología en las relaciones humanas, la salud mental y la cultura, por lo tanto, el equilibrio de su uso debe propender a un bien común y el fomento de adecuadas relaciones humanas.
Finalmente, para un país que aspira ser competitivo, el avance tecnológico permite en el mundo empresarial y en la cotidianidad, aumentar la eficiencia de las actividades humanas en procesos internos para mejorar la productividad con reducción de costos, el ingreso a nuevos mercados, crear nuevas industrias y trabajos, mejorar la provisión de servicios, aumentar el bienestar de las personas y viabilizar modelos de producción más sostenibles con el medio ambiente.