Era impensable por la infraestructura hospitalaria construida y los millones invertidos en su funcionalidad, pero la información irrumpió con fuerza en la Sultana. Solca de Riobamba se traslada a Ambato. Se produjo la reacción en cadena. Sin mayor análisis se dio por hecho y numerosos sectores ciudadanos reaccionaron. No permitiremos que se lleven como se han llevado otras instituciones públicas, ante la indiferencia de las autoridades se dijo. Las redes sociales ardieron.
Después de la tempestad vino la calma. Se trataba de una rutinaria remoción de un funcionario que, a decir de un miembro del Consejo directivo de Solca de Tungurahua “se ha vuelto un poco insensible y trata (trató) de manejar a autoridades y ciudadanos indicando que se va a cerrar el hospital”
Más allá del episodio que concitó la reacción y alarma de la ciudadanía, lo rescatable es, que por una parte, se evidenció la aceptación que goza Solca en la ciudad y la decisión de numerosos sectores de defenderla a toda costa; y por otra, que las masas, en términos de Ortegay Gasset, pueden caer fácilmente en la manipulación informativa.
Millones más, millones menos, el cáncer enfermedad mortal descubierta en 1931, en un momento dado puede afectar a todos: niños, jóvenes, ancianos, profesionales, ricos, pobres, gobernantes y gobernados, demócratas y y dictadores. Y todos tienen su historia de angustia y de dolor, unos con pelo y otros pelones, lampiños. Y junto a ellos, familiares, padres, madres, hijos, abuelos, amigos compartiendo el sufrimiento y uniendo esfuerzos para la tan anhelada recuperación que, en muchos casos, nunca llega. Para la lucha contra esta enfermedad mortal, Solca nació en 1951. Y su presencia ha sido altamente beneficiosa, pero sobre todo profundamente humana. Mientras tanto, la ciencia y la investigación aún no encuentran la cura para tan terrible enfermedad; sin embargo, luchan denodadamente para brindar atención y medicina eficaces.