¿Cómo va la política en Ecuador?

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Es lamentable a lo que Ecuador está llegando. La actuación de muchos políticos se marca por el odio, la venganza y actos antitéticos. El desdén define sus agendas diarias y seguro las de largo plazo. Aunque la corrupción se destapó como una olla de presión, con toda la intensidad, hasta ahora no existen siquiera acciones concretas que tiendan a demostrar una verdadera lucha contra la injusticia, la amoralidad y lo ilegal. 

Todos los poderes del Estado, sin que se escape uno solo, funciones Ejecutiva y Legislativa, la Judicial, otros organismos como Fiscalía General del Estado, la Contraloría General del Estado, la Defensoría del Pueblo y el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) no nos dejan de sorprender. No existe un solo día en el que el escándalo no sea parte de su gestión.

En la Asamblea, la Presidenta, usa y abusa de los fondos públicos como chequera personal, mientras otros legisladores, un tanto ataviados, lanzan denuncias como dardos, pero luego, los vemos estrechando la mano a quienes acusaron de corruptos. Otros, en un absurdo y extraño espíritu de cuerpo, salvan a legisladoras que no han dudado en hacer gala de su poder y emplean al Legislativo como un pertrecho para traficar sus influencias. 

Al Presidente de la República, al nombrar ministros, se le escapan detalles como saber si cuentan con la experiencia suficiente para el área o si sus nuevos elegidos engrosan la lista de grandes evasores de impuestos. Es tanto el descaro, en algunos casos, que ni del famoso código de ética para las autoridades del Ejecutivo se habla ya. 

¿Y a todos ellos quiénes los controlan o regulan? La Contraloría General del Estado y la Fiscalía General de Estado. Pero sobre todo la Contraloría, una institución con la que se ha trapeado el suelo por impúdica. En resumen de toda esa historia: por ser un centro para el ejercicio de la delincuencia organizada.     

Así va la política ecuatoriana, generando afrentas y comidilla, en un Ecuador en el que los políticos se convierten en sujetos reciclables y su credibilidad ya tiene puesta una fecha de caducidad.

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