Por: Edgar Frías Borja
Me parece imperioso que los ecuatorianos convoquemos a los mejores shamanes del país o traer a los excelentes clarividentes del extranjero, para que nos hagan una limpieza del alma, del corazón y de los sentimientos. Ya ni Dios, ni el Hermano Miguel, ni Santa Marianita, quieren saber de nosotros. Pues, solo nos queda buscar exorcista, limpiadores eficaces, que ya no utilicen el cuy o el huevo del día o los montes que venden en el mercado la Condamine, sino arneses mucho más poderosos.
De verdad, parece que estamos embrujados, una tras de otra las plagas que nos azotan. Después de la pandemia causada por el Covid-19, que diezmo a la población ecuatoriana y que sus secuelas aún siguen causando víctimas, nos viene la sequía y por efecto de ella la falta de energía eléctrica.
Realmente estamos salados y requeté mente salados. A quién culpar de lo que estamos viviendo, si aquí todos se lavan las manos. Los consabidos políticos juegan con la credulidad de la gente como si estuvieran en una disputa de un partido de pin pon.
La indignación es evidente, la catástrofe aparentemente imperceptible, se hace notoria cuando vemos que se cierran pequeños y medianos negocios, y como consecuencia de ello, se incrementa la desocupación, el hambre, las necesidades y por ende la delincuencia.
Los responsables de este maremágnum de situaciones, simplemente como Poncio Pilatos sacuden sus responsabilidades y andan buscando culpables. Y quienes son los culpables, de entre ellos, nadie; como siempre, el culpable es el pueblo sufrido y aguantador.
Hablar de la delincuencia, es otra calamidad que nos aqueja, y que nos tiene en jaque. Ahora todos somos sujetos elegibles para el sicariato, el secuestro, o las famosas vacunas. Nuestra vecina Ambato, al igual que la Sultana de los Andes, han sido ciudades de paz y armonía, pero que horror que en menos de tres días se haya registrado en la ciudad de la Flores y de la Frutas, siete asesinatos.
El secuestro y el consecuente asesinato de un Sacerdote, nos deja perplejos. La saña con la que se cometió el crimen del religioso, nos llama a una profunda meditación sobre el avance de las fuerzas del mal en nuestra sociedad. Antes admirábamos y lamentábamos lo que sucedida en nuestra vecina Colombia; más hoy, horrorizados vemos como se borran del mapa social, a personas sin distingos de edad, sexo o condición social.
Lo que los ecuatorianos estamos experimentando en el día a día de nuestra coexistencia, no es fácil asimilarlo. Y digo no es fácil asimilar, porque siempre hemos pensado que este país era un edén de paz en América del Sur.
Mientras todo esto sucede en el País de Manuelito, ciertos sectores de sus habitantes, están ensimismados en planificar su intervención en las próximas elecciones, preparando las estrategias efectivas para el nuevo engaño y así, timar la fe de sus mandantes.
No se sabe a ciencia cierta, cuál de los ruegos escucho San Pedro, si el de los correístas o el de los anticorreístas para que llueva y se mengue los racionamientos de la electricidad. Los unos acusan a la sequía y los otros a la falta de previsión en el cuidado y manteniendo las termoeléctricas y las centrales hidroeléctricas existentes y construidas por el gobierno de Correa. Como soñar no cuesta nada, creo que, a los ecuatorianos comunes y corrientes, es decir al pueblo llano, solo nos queda redoblar nuestra fe en los poderes celestiales para que la mano de Dios, no nos deje de asistir con sus bendiciones. (fedgar_unedsa@yahoo.com)