A propósito del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza que se recordó ayer, es bueno tener presente que uno de los principales desafíos globales con que se enfrenta actualmente la humanidad, en particular los países subdesarrolados de América Latina y África, es la erradicación de la pobreza. Y es que, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a más de 800 millones de personas les hace falta alimentos, agua potable y saneamiento adecuados e increíblemente, viven con menos de 1,25 dólares al día.
Lo grave del caso es que la pobreza no solo es una cuestión económica y de falta de capacidades básicas para vivir con dignidad. Es, sobre todo, causa y consecuencia de violaciones de derechos humanos y por lo mismo, obligación de todos los estados y sociedades reducirla, eliminarla.
El Banco Mundial, con ocasión del Día Internacional de la Erradicación de la Pobreza que se recuerda hoy, proclamado por la ONU en 1992, relaciona íntimamente la educación con la erradicación de la pobreza y reclama igualdad de oportunidades educativas para todos. En nuestro país, la pobreza sigue en niveles preocupantes. Es una necesidad prioritaria, si no eliminarla, por lo menos disminuirla a través del desarrollo sostenido de la educación.
Si el país quiere eliminar la pobreza, es prioritario ocuparse más a fondo del tema educativo en todas sus implicaciones y asumirlo como un reto, un compromiso de todos, Estado y ciudadanía, para enfrentar los problemas inherentes a la sociedad, particularmente la pobreza. Todas las soluciones pueden venir desde la educación, particularmente, la eliminación de la pobreza.
Por su parte, el texto constitucional vigente es explícitamente claro sobre los derechos del buen vivir de las personas y colectividades. No puede haber buen vivir, sumak kawsay, en una realidad de pobreza y menos si es de pobreza extrema.
