La investigación y la ciencia abren horizontes de bienestar a los seres humanos. Desde el descubrimiento del fuego en la época prehistórica hasta la actualidad se han dado pasos agigantados y resultados asombrosos. La cultura digital es una de las evidencias al respecto: en las dos últimas décadas ha alcanzado un desarrollo sorprendente.
El desarrollo tecnológico, en todos los órdenes, trae consigo aspectos positivos y negativos. Descubierta la pólvora, se la puso al servicio de la muerte; el petróleo se convirtió en una amenaza letal por la contaminación global; las TICs paradógicamente nos aíslan, nos incomunican con nuestro entorno inmediato. Y así podríamos enumerar un sinnúmero de avances y productos venidos desde la ciencia que nos favorecen, pero que también nos hacen daño.
Es el caso de los agroquímicos que son productos que contaminan suelo, afectan la salud de trabajadores del campo, consumidores y población en general. De ahí que, el 26 de Diciembre se ha consagrado como el Día Mundial contra el uso Indiscriminado de Agroquímicos como un ”llamado a la reflexión y a la toma de conciencia internacional sobre la grave crisis medioambiental generada por el uso de agroquímicos a nivel global”.
El uso de plaguicidas, además de provocar graves problemas ambientales con serias afectaciones a la flora y fauna, acarrea otros males para millones de seres humanos en todo el planeta. De ahí la urgencia de asumir políticas públicas en la toma de conciencia para minimizar el uso de productos agroquímicos que contaminan los suelos, el aire, el agua, los alimentos; desequilibran los ecosistemas y generan serios problemas en la salud mundial.
Las nuevas generaciones son las que más sufren las consecuencias del uso indiscriminado de agroquímicos. En este contexto, la Constitución vigente (Art. 14) reconoce el “derecho de la población a vivir en un ambiente sano y ecológicamente equilibrado que garantice la sostenibilidad y el buen vivir” especialmente de las niñas, niños y adolescentes.