Divide y vencerás…

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email

Por: Orlando Herrera Moreno

Han pasado cuatro días de una fiesta popular llena de desfiles, agua, espuma, y folklor, muy arraigada en nuestra cultura, que ahora termina con el inicio de otra, diferente en forma y contenido, pero tan tradicional como la primera. En esos mismos días, nos hemos olvidado un poco de los eventos políticos que de una u otra manera, nos han mantenido expectantes de los desenlaces que puedan tener, tomando en cuenta, sobre todo, las amenazas de grupos interesados en controlar la mala política que se practica en nuestro país, por creerse dueños de la verdad, o por ser parte de masas que pretenden o “creen” también, representarnos a todos.

Desde que emprendimos la época democrática en el año 1979, se ha venido formando una serie de movimientos políticos con tendencias de derecha o izquierda, tan marcados ideológicamente que era fácil diferenciarlos entre ellos; al uno por sus posturas conservadoras que afirma que determinados órdenes sociales y jerarquías son inevitables o deseables, apoyándose por lo general sobre la naturaleza humana, el respeto al derecho, el libre mercado, la libertad individual, o la tradición; y al otro porque aboga por un sistema de redistribución de la riqueza, el control por parte del Estado, las revoluciones, el bienestar colectivo y la abolición de las clases sociales. Sin embargo, la dinámica propia de la sociedad ha exigido que estas corrientes se adapten a los cambios y propongan nuevas salidas a los problemas sociales, donde como herramienta acunaron ambos bandos, el incremento de la participación ciudadana y de colectivos sociales, en las decisiones estatales y de gobierno.

El espectro político-social de aquellos años tenía dos bandos, dos posiciones que en la arena electoral no necesitaron de mucho trabajo para marcar tendencias o apoyo ciudadano para ganar las elecciones, y con estas, la implementación de sus proyectos. Su fuerza se basaba en que el ciudadano de a pie, o era de un lado, o era del otro. Con el advenimiento de las ideas progresistas, basadas también en la libertad personal y en la lucha contra la desigualdad social; se abrió una brecha en las premisas tanto de izquierda como de derecha; su aparente pragmatismo político encausado a las reformas, o a las libertades, funcionó como óxido que corroe, y provocó la disolución de ideologías y división partidista que permitió la formación de pequeños grupos que ahora los apoyan, y aunque se definen todavía como de izquierda o derecha, con el secuestro de sus voluntades condicionaron su fidelidad como Síndrome de Estocolmo, a políticas clientelares a las que han sido sometidos.

Tal parece que esa ideología de “divide y vencerás” utilizada antes por el emperador Julio César y Bonaparte, sin importar quien pierda, ha sido la doctrina aprendida, o maliciosamente interpretada por estos movimientos progresistas a tal punto que, la violencia desatada en sus actos sediciosos y apalancada en el reclamo de los supuestos derechos ancestrales que solo a ellos les corresponden, está justificada mientras a sus seguidores se les mantenga en el cautiverio de tenerlos de su lado y prometerles un paraíso social de igualdad, una redistribución de riqueza que los haga menos pobres,  ese trabajo que los aparte de la indigencia, o esa vida digna en un perfecto estado de bienestar que, hasta ahora no han llegado ni a Cuba ni a Venezuela, ni al país durante una década perdida, pero sí a sus corruptos bolsillos; por darles solo un ejemplo.

Pensemos hoy: “si bien es cierto que la libertad es ese derecho fundamental que nos abre el camino a otras libertades, también es cierto que, al agredir la libertad de otros, la nuestra en esencia dejará de serlo”.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email