En muchos países, como Cuba, Nicaragua, Venezuela, donde la corrupción y el abuso de poder son una constante, el estoicismo del pueblo se convierte en una virtud silenciosa y poderosa. Aunque el estoicismo suele asociarse con la filosofía grecorromana que aboga por la resiliencia y el autocontrol frente a la adversidad, en este contexto adquiere un matiz social que revela tanto la fortaleza como los desafíos de las sociedades contemporáneas.
El estoicismo del pueblo ante estas adversidades se puede interpretar como una forma de resistencia pacífica. Al igual que los antiguos estoicos, que creían en enfocar la energía en lo que está bajo nuestro control y aceptar lo que no lo está, las comunidades desarrollan estrategias para sobrellevar los efectos de un sistema que parece estar en su contra. En este sentido, el estoicismo colectivo no implica necesariamente pasividad. En muchos casos, se traduce en formas creativas de protesta, redes de apoyo mutuo y esfuerzos comunitarios que buscan llenar los vacíos dejados por gobiernos negligentes o corruptos. Este aguante colectivo no debe confundirse con conformismo. Muchas personas se enfrentan diariamente a una disyuntiva: alzar la voz contra las injusticias o aceptar las circunstancias mientras encuentran maneras de proteger a sus familias y asegurar su supervivencia.
Aunque el estoicismo puede ser una herramienta poderosa para enfrentar la adversidad, también tiene sus límites. La paciencia tiene un costo emocional y físico, y el riesgo de caer en el agotamiento colectivo es real. Además, aceptar la corrupción como una “realidad inevitable” puede perpetuar el problema al renunciar a la protesta social para exigir cambios. (“No importa que robe, con tal que haga obras”). Es crucial, por tanto, que el estoicismo no se convierta en una excusa para la inacción. La historia muestra que los cambios significativos suelen surgir cuando el pueblo combina su resistencia pacífica con movimientos organizados que desafían el status quo.
El estoicismo del pueblo, aunque admirable, no debe ser el único recurso frente a la corrupción y los malos gobiernos. Es necesario complementarlo con educación, organización comunitaria y participación activa en procesos democráticos. Solo entonces se puede transformar la paciencia en una herramienta para el cambio sostenible. En última instancia, el verdadero desafío es equilibrar la fortaleza interna con la acción externa, asegurando que el estoicismo sea una base para construir un futuro más justo y transparente, en lugar de un refugio frente a un presente injusto.