Por: Francisco Escandón Guevara
La Asamblea Nacional es una máquina del tiempo que repite las viejas recetas del pasado. Las mismas artimañas de antaño, las cuestionadas maniobras usadas por la partidocracia, ahora es un hábito que acompaña cada elección del Consejo Administrativo de la Legislatura (CAL).
Sin mayoría absoluta, por sí solos, para controlar la Asamblea, correístas y noboístas tensaron la disputa. A la elección de la presidencia y primera vicepresidencia del parlamento, le siguió los sobresaltos para completar la directiva, pues los acuerdos previos no contaron con los votos necesarios.
Cierto es que el oficialismo obtuvo un triunfo, pero la fragilidad de esta mayoría transitoria pone en riesgo la aún incierta agenda legislativa del régimen; en adelante, el gobierno será presa de las exigencias de sus eventuales aliados: la aprobación presupuestaria, la legislación, las tareas de fiscalización y, peor aún, las reformas constitucionales estarán condicionadas a la lealtad de los asambleístas de alquiler.
Esa mayoría es producto del transfuguismo. Unos cuantos socialcristianos y correístas cruzaron las fronteras para entregarse de cuerpo entero al gobierno, pero lo más bochornoso es la traición ideológica de, al menos, seis de los nueve asambleístas de Pachacutik que ahora sirven al gobierno en nombre de la prostituida gobernabilidad. Es cuestión de tiempo, pronto se conocerán los intereses que esconde esa transacción política.
Por cierto, el correísmo ahora funge de víctima y tiene la caradura de denunciar que existe concentración del poder entorno a Noboa. ¿Acaso olvidan que el prófugo Rafael se proclamaba jefe de todas las instituciones del Estado y que, en cada sabatina, ordenaba a jueces, fiscales, asambleístas, etc., a subordinarse a su mandato? Nada más están probando una cucharada de su propia amarga medicina.
La prepotencia y el autoritarismo de ayer u hoy son hermanas idénticas, igual de condenables, necesarias de ser combatidas. Es legítimo que quien gobierne busque una mayoría parlamentaria, pero de allí a usar cualquier medio para lograrlo es criticable.
La Asamblea Nacional nunca deja de sorprender. El tan cuestionado Congreso de los cenicerazos fue remplazado por un legislativo embarrado por el escándalo de los diezmos, los camisetazos, por la compra y venta de votos o el reparto del poder. ¿Ese es el nuevo Ecuador?
Un dato no menor, durante dos años, Niels Olsen será el presidente del primer poder del Estado. Por decisión o conveniencia de ochenta beneficiarios de la polarización política, el modelo agroexportador capitalista también dirigirá el legislativo.