PREMIACÓN.-
En Ambato, el Teatro Lalama vibró con la pasión y creatividad del cine ecuatoriano e internacional durante la gala del XIII Festival Kunturñawi. Este evento, que lleva 18 años enalteciendo el arte cinematográfico, reconoció lo mejor de la ficción y el documental, destacando producciones que celebran la diversidad cultural y abordan problemáticas sociales con profundidad y sensibilidad.
El Teatro Lalama de Ambato fue el escenario de la décimo tercera edición del Festival de Cine Kunturñawi, una de las citas cinematográficas más relevantes del Ecuador. En una emotiva gala de premiación, el festival celebró el talento de cineastas nacionales e internacionales, consolidándose como un espacio de difusión cultural, reflexión social y encuentro artístico. A lo largo de 18 años de historia, el Festival Kunturñawi ha crecido como un puente entre diversas comunidades ecuatorianas, ofreciendo al público una ventana hacia la riqueza cultural y social del país. Este año, la programación destacó por la calidad y diversidad de las producciones, que abordaron temas universales y locales desde perspectivas frescas y cautivadoras.
En la categoría de largometrajes, Chuzalongo, dirigida por Diego Ortuño, se alzó como gran triunfadora al obtener los premios a Mejor Largometraje de Ficción, Mejor Dirección y Mejor Guion. La película también destacó gracias a la interpretación de Bruno Odar, galardonado como Mejor Actor. Por su parte, Ozogoche, de Joe Houlberg Silva, recibió el reconocimiento a Mejor Largometraje Documental por su sensible y profunda exploración de los dilemas migratorios en una comunidad andina.
El Premio del Público fue para Los Wánabis, de Santiago Paladines, que conquistó a las audiencias con su emotiva narrativa. En las categorías de cortometrajes, los ganadores demostraron la capacidad del formato breve para transmitir historias poderosas. Chimborazo, de Keila Cepeda, y El extraño caso del hombre bala, de Roberto Valencia, compartieron el premio a Mejor Corto de Ficción, mientras que Un cuerpo sobre el mar, de Gabriel Zhiminaicela, fue reconocido como el Mejor Corto Documental por su denuncia contra la violencia sexual infantil.
En las categorías universitarias, el talento emergente brilló con propuestas innovadoras. Un elefante de papel, de Ariana Solórzano y Johanna Ortiz, fue premiado como Mejor Corto Universitario Documental, mientras que Hatun tayta ñan, de Amawta Lozano, ganó en la categoría de Mejor Corto Universitario de Ficción por su homenaje a las raíces andinas. El premio a Mejor Corto Internacional fue para Sara, de Ariana Andrade, una producción que retrata con delicadeza y sensibilidad visual las carencias sociales de Latinoamérica. El jurado otorgó menciones honoríficas a producciones como Hombre de pecera, de Felipe Gallardo, por su narrativa fantástica y mensaje esperanzador; Mar de mujeres, de Kvrvf Nawel, por su enfoque colaborativo y distintivo; y Somos páramo, de Luis Herrera, por su relevancia en la defensa de los recursos naturales.
UN JURADO DE ALTURA
La selección de los ganadores estuvo a cargo de un jurado conformado por figuras destacadas del ámbito cinematográfico nacional e internacional. En la categoría de cortometrajes, participaron personalidades como Anahí Hoeneisen (cineasta ecuatoriana), Denis Daniilidis (crítico de cine) y la cineasta chilena Jeannette Paillan. Para los largometrajes, el panel incluyó a Agustina Comedi (Argentina), Antoni Grañana (España), César Galindo (Perú) y Galo Vásconez (Ecuador), quienes aportaron su experiencia para destacar las obras más sobresalientes.
Un festival inclusivo y transformador
El Festival Kunturñawi se ha posicionado como un evento cultural de gran alcance, marcando un precedente en la inclusión y el acceso a la cultura cinematográfica en el Ecuador. Este año, logró impactar a más de 25,000 espectadores en diversas comunidades, abarcando tanto áreas urbanas como rurales en la región central del país.
Gracias a una programación diversa y accesible, el festival llevó el cine a lugares donde el acceso a este tipo de arte suele ser limitado, convirtiéndose en una herramienta para la democratización cultural y la reflexión social. Además de las proyecciones, el festival promovió actividades paralelas, como talleres, conversatorios y mesas redondas, donde cineastas y comunidades pudieron intercambiar ideas y experiencias.
Esto fortaleció el carácter participativo del evento, creando un espacio en el que las audiencias no solo consumen cine, sino que también reflexionan sobre los temas abordados y su impacto en la sociedad. La Fundación Arte Nativo, organizadora del festival, expresó su gratitud hacia las instituciones públicas, privadas y culturales que hicieron posible esta edición.
En un discurso emotivo, destacaron el valor del cine como una herramienta para construir puentes entre distintas realidades, promover el entendimiento mutuo y generar cambios positivos. Con la mirada puesta en el futuro, la fundación renovó su invitación para la próxima edición del Festival Kunturñawi, prometiendo nuevas propuestas que seguirán celebrando el poder transformador del séptimo arte.
“El cine no solo entretiene; también educa, sensibiliza y despierta conciencias. Eso es lo que nos motiva a seguir adelante”, señaló uno de los organizadores durante la clausura del evento.