No es por buena o mala suerte que tenemos buenos o malos gobernantes nacionales, provinciales y cantonales. La lógica y la experiencia nos dicen que los sucesos que pasan en nuestra vida individual o colectiva, son el resultado de nuestras acciones u omisiones, nunca de la suerte. Porque la suerte, como lo dijo Montalvo, es el mito de los tontos. Los éxitos personales, institucionales o nacionales no llegan porque la suerte así lo quiso, sino por el esfuerzo diario, la organización, la persistencia, la lucha para alcanzar las metas y los propósitos planteados. No seamos ilusos, tampoco los entusiasmos pasajeros nos llevan al éxito.
En las actuales circunstancias, no esperemos que la suerte de la nación sea la que nos lleve a la elección adecuada del gobernante que conducirá los destinos de nuestro país. Somos nosotros, desde nuestro análisis, desde nuestras convicciones democráticas, desde nuestra conciencia crítica, desde nuestra libertad que tomaremos la decisión de entregar el mando para los próximos cuatro años, a uno de los 16 candidatos presidenciales. La responsabilidad cívica, en esta hora, es sustantiva, trascendente. Acertar será el resultado de la madurez ciudadana, del patriotismo, de la lealtad, de la nobleza, del señorío de nuestra decisión, nunca de la buena o mala suerte que nos paraliza, nos torna incapaces y vulnerables.
Si creemos en la suerte, será mejor esperarla sentados; en este caso no hace falta análisis, ni reflexión, ni disciplina, ni esfuerzo, ni organización, ni planes, ni toma de decisiones. Nada de estos ingredientes del éxito hacen falta. Solo es cuestión de tiempo que la suerte llegará en cualquier momento, algún día.
La decisión de este domingo 09 de febrero/2025 en que se juega el destino patrio no podemos tomarla a partir de cara o sello, porque la suerte nos puede jugar una mala pasada. En nuestras manos, en las urnas está nuestro futuro. El tema es demasiado serio para confiarlo a la suerte y no actuar con patriotismo, con responsabilidad histórica, con verdadera conciencia crítica.