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jueves, enero 16, 2025

Esclavos voluntarios

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Por: Carlos Freile

Nuestros antepasados lucharon hasta la muerte por “liberarse del yugo español”, si resucitaran se espantarían de nuestro servilismo ante nuevas formas de opresión, no provenientes del poder político sino de otras instancias, menos visibles pero no por ello menos opresoras.

Sin apenas darnos cuenta nos sometemos a imposiciones, suaves en apariencia, por las cuales aceptamos formas de vestir, de comer, de divertirnos; lo cual no parece tan grave, pues existen otros mandatos más pesados, tendientes a dirigir nuestros pensamientos y afectos, nuestras decisiones y anhelos. Para ello, el Gran Hermano cultural nos castiga con epítetos denigrantes y descalificadores para mantenernos en el redil y no sufrir el acoso de los conformistas, autodenominados posmodernos: “facha” y sus variantes, “curuchupa” en nuestro medio.

El Ojo Políticamente Correcto nos vigila desde las redes y sus medios, así trata de evitar nuestras tímidas rebeldías, pues, cuando caemos en el delito de la inconformidad, en el enorme pecado laico de navegar a contracorriente, el sistema nos silencia. Para la masa solo existen los serviles, autoproclamados libres, devotos del sistema. Hemos alcanzado el clímax del maniqueísmo, se nos impone un solo lado de la moneda, y quedamos tan campantes, sin reaccionar ante tamaño absurdo.

Este afán de meter a todos en el mismo molde, a la manera de los soviéticos y de los nacionalsocialistas, no se detiene en nosotros, los siervos actuales, también lanza sus dardos contra los disidentes del pasado: así se corrigen textos clásicos, cuando no se suprime a sus autores, como si nunca hubieran existido; se reescriben novelas y dramas para adecuarlas a los dictámenes del pensamiento correcto actual. Como nunca en la Historia de la Humanidad se ha privado de la libertad de existir y de opinar hasta a los difuntos, por más geniales que hubiesen sido y a pesar de sus fundamentales y permanentes enseñanzas sobre la vida. Los nuevos dictadores culturales se colocan sobre quienes han sido considerados siempre maestros, sin negar su tributo a los prejuicios de su tiempo y lugar.

Ese fantasmal poder omnímodo consuela a sus esclavos con el pretexto de que pueden escoger su ser, apartándose de la naturaleza, imponiendo una imagen mental sobre la impertinente realidad. Se debe aceptar a quien se siente caballo como si lo fuera, pero a nadie se le ocurre darle alfalfa cruda para comer. A esos pobres ilusos se les regala una falsa libertad, así se los esclaviza con mayor dureza y efectividad.

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