EULER GRANDA, EL POETA MAS IRREVERENTE DE LOS ESCRITORES ECUATORIANOS.

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Héctor A. Estrella N.

 

EL HOMBRE.

Euler Granda nació en Riobamba, el 7 de junio de 1935, en la que realizó sus estudios. Cuando culminó el bachillerato se trasladó a Quito en pos de estudiar medicina, una carrera a la que consideró importante por su sentido humanitario y de servicio social, a la vez que muy dura, de sacrificios extremos, entrega y perseverancia. Se dejó arrastrar en los tempranos años de insumisión, rebeldía, inconformidad y escepticismo de su juventud, por las realidades dolorosas y de privaciones en que vivían y enfrentaba la clase pobre y menesterosa del país. Desde entonces ha entregado conciencia, sensibilidad e imaginación para hacer sentir su voz de protesta, a través de la poesía que es el símbolo del alma y del paisaje.

Después de residir por algún tiempo en Quito, se cambió a la Universidad de Guayaquil, en el puerto terminó su carrera sobre la memoria y el hombre en 1965. En este mismo centro de estudios superiores se graduó de Psiquiatra para luego iniciar sus trabajos en el mismo hospital en el que murió aislado el escritor lojano Pablo Palacio.

El jueves 22 de febrero en la ciudad de Portoviejo, le sorprendió la muerte y el consecuente viaje a la eternidad, la gente a la que conoció en vida empezó a inundar las redes sociales con fragmentos de su obra y en una sociedad indiferente, en la cual muchos autores mueren en el olvido. El poeta irreverente parece ser la excepción por su grandeza humana e intelectual.

 

EL MEDICO.

Euler Granda, la mayor parte de su existencia se radicó en Quito, su vida se repartía entre la cátedra y las funciones que tuvo como médico y la escritura. Para Euler que entendía y practicaba el juramento Hipocrático; científica y hunamente, consideraba que aquel oficio de la medicina noble en esencia adquiera el compromiso del ejercicio en muchas otras facetas del quehacer humano. Su responsabilidad y acción estaban presentes en las aldeas y en los más apartados rincones donde el dolor hace presa del ser humano.

En su condición de médico psiquiatra, consideraba a la psiquiatría como una arma aliada, como su red de pescar. La psiquiatría -decía- es el tercer ojo que permite escudriñar en lo más ignoto del ser humano. Es una disciplina que nos permite leer en el libro abierto de la vida y de la muerte, afirmaba. Este ilustre galeno siempre estuvo al servicio de los desheredados de la fortuna, por eso sus servicios profesionales eran alcanzables a todo bolsillo.

 

EL POETA.

El escritor y filósofo venezolano Arturo Uslar Pietri, afirmaba: “Que la palabra es la más importante de las creaciones del hombre y la lengua es el bien cultural y fundamental de cada pueblo”.

La creación poética de Granda abarca un amplio espectro, de conformidad con su capacidad creadora y sus preocupaciones intelectuales y sociales. Así ha publicado: “El rostro de los días” (Primer Premio en el Concurso Nacional de Poesía “Ismael Pérez Pazmiño”, en 1961), “Voz desbordada”(l963),” etcétera, etcétera” (1965) “El lado flaco” (1968), “El cuerpo y los sucesos” (1971), “La inútil manía y otros nudos” (1973).

La poesía de Granda no es para leerla simplemente, al calor de las tibias veladas hogareñas ni para acariciar el oído dulce de las muchachas enamoradas. Es algo -quizá mucho- más que eso. Es una poesía para pensar y sentir los problemas y la vida del hombre contemporáneo. Es una poesía para indignarse por la torva injusticia que se cierne sobre él, todos los días, a toda hora, en medio del drama vital que lo tiene sometido y sufriente sobre la tierra. Es, en fin, la poesía de un hombre, escrita en territorio de hombres… (Enrique Noboa Arizaga).

Difícil encontrar en el parnaso ecuatoriano, un poeta como Euler Granda tan comunicado con una cotidianeidad amarga, pero purificada por una filosofía equilibrada, en aquello de no ser sino la expresión conceptual de una melancolía que no pierde de vista las proporciones justas. No, Euler Granda no es un poeta lloriqueante, enfermizo o lo que equivalga. Es un aeda en cuyo verso fluye un estado de inconformidad con el estrato social establecido, con la miseria y las constantes injusticias que, a nuestros ojos estupefactos, se desarrollan como si aquellas fueran las formas normales de vivir. Es la palabra clara, precisa y contundente la que usa Granda para transmitirnos sus emociones, sensaciones, interpretaciones y desilusiones de esta novela transfigurada que se denomina “vida”.

Granda fue de esos pocos autores que recibió reconocimientos literarios. Entre estos están las dos veces que ocupó el primer lugar en el Concurso Nacional de poesía Ismael Pérez Pazmiño (1961 y 1996), el Premio Jorge Carrera Andrade del Municipio de Quito (1968) y el Premio de Poesía Jorge Luis Borges. Además se desempeñó como jurado del Premio Casa de las Américas y en 2009 el Gobierno Nacional le entregó el Premio Eugenio Espejo, el más grande galardón literario concedido a quienes ocupan su vida a la labor cultural del país.

Al decirle adiós al poeta de mayor trascendencia de las letras ecuatorianas de mediados del siglo pasado e inicios del presente, me permito invocar su nombre en estos momentos aciagos para el intelecto de la patria, cuya majestad soberana ha quedado grabado en el sendero del tiempo, al igual que su obra maestra, magistral e irreverente… ¡Bienaventurados todos los que han escrito un libro que ha quedado como la voz presente del pasado, la impresión milagrosa de su grito, que irá cantando hazañas, diciendo anhelos y sembrando esperanzas!. La desaparición de este escenario terreno del bardo más irreverente de las letras ecuatorianas, no hace sino ratificar el valor consagrado de un meritísimo poeta.

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