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miércoles, enero 22, 2025

Generalización desafortunada

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Por: Manuel Castro M.

Cierta publicación extranjera, en inglés, muy suelta de huesos e información, ha afirmado que el Ecuador es un narcoestado, ante la delicia del correísmo -que aplaude todo lo que pudiere afectar la imagen del país y su gobierno-, de ciertos velados admiradores de esa pandilla y de los escandalizadores de siempre, que medran de lo negativo y que hasta anuncian el fin del mundo para llamar la atención o vender tales informaciones aparentemente atractivas.

Hay que analizar objetivamente la situación crítica que vive el Ecuador, la que vivimos todos los días. Hay evidentes problemas de inseguridad -por precisamente la presencia de la narco delincuencia-, falta de energía eléctrica, (que la vive totalmente Cuba y Venezuela, con sus sistemas totalitarios), desigualdades económicas y sociales, justicia pobre y temerosa. Pero la generalización es no solo arbitraria sino torpe y hasta de mala fe, pues nos pinta como un país fallido, gobernado por los narcos, lo que nos puede perjudicar en lo referente a créditos internacionales, inversiones, turismo.

Lo real es que el Ejecutivo no está captado por los narcos, tanto que se encuentra en guerra contra ellos, con el apoyo de las fuerzas armadas, la policía y determinadas instituciones especializadas del Estado. Una guerra no siempre o nunca tiene el resultado apetecido, pero el no combatir el mal es una irresponsabilidad. Tenemos como parte de la justicia una fiscal ejemplar, honesta y eficiente, que precisamente ha puesto con evidencias crímenes de autoridades antiguas y actuales corruptas, ha desenmascarado a asambleístas como parte del crimen organizado, ha descubierto a jueces venales vendidos al crimen. La mayor parte de las autoridades judiciales no están al servicio de los narcos, sino excepcionalmente. La empresa privada no ha sido captada por el crimen organizado. La Iglesia tiene su fuerza moral e influencia en millones de creyentes. La Asamblea Nacional, con excepciones, no ha sido captada aún por los traficantes. Existe una Contraloría seria y órganos de control respetables.

Sin embargo, no falta gente negativa que, como argumento, señala dicho artículo periodístico como una radiografía exacta de lo que es el país, en vez de proponer soluciones y aportar con sus “escondidos” talentos. Mientras tanto otorgamos suprema importancia y titulares a unas bailarinas de tecno cumbia contratadas en la Asamblea Nacional; algunos de sus integrantes condenan el acto porque seguramente les disgusta la competencia. Mientras otros medios exaltan en inmensos titulares que “El encebollado más grande del mundo preparado en Guayas, ha entrado en las marcas mundiales de Guinness”, festejos que se acompañan con vallenatos colombianos. Lejos estamos de aspirar y festejar (como quería Benjamín Carrión) un Nobel, un Oscar, un Premio Miguel de Cervantes, un Goncourt, un Príncipe de Asturias, un Pulitzer (en periodismo), un Grammy, un Emmy o un Odeón (en música), un Premio Deming o un Malcolm Baldrige (a la excelencia empresarial).   Bien decía Goethe: “Nada hay más terrible que una ignorancia activa.”

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