Héctor Cárdenas Mazón |
En la vida ocurren cosas y casos, a veces imposibles de aceptar por lo imprevisibles. Nos sorprenden y nuestros mecanismos de defensa se bloquean.
Me refiero a la intolerancia. Sustantivo femenino que atrapa por igual a hombres y mujeres. Se define como la falta de habilidad y voluntad de tolerar algo.
La intolerancia no habla pero sus efectos son ruidosos. Sus “adoradores” pueden ser individuales, grupales o colectivos.
Individuales. Ejemplos de intolerancia: Mao Tse Tung con 78 millones de muertes bajo su gobierno; Stalin, cuyas purgas y demás acciones de gobierno hicieron ascender a 23 millones de muertes; Hitler, responsable de la muerte de 17 millones de personas. Ejemplos de intolerancia racial, religiosa y política.
Grupales. Ejemplo: El Ku Klux Klan (KKK) en Estados Unidos. Su bandera: la supremacía de la raza blanca. Promovieron el racismo, la homofobia, el anticatolicismo y el anticomunismo. Ejemplo de intolerancia racial y cultural.
Colectivos. Los musulmanes, intolerantes con los que llaman infieles; es un ejemplo da intolerancia religiosa. Las dictaduras, de izquierda o derecha, persiguiendo y asesinando a los que no comulgan con su modelo político. Es un ejemplo de intolerancia religiosa y política.
De todos modos, la INTOLERANCIA está ligada a manifestaciones de odio racial, nacional, sexual, étnico, religioso o a otras formas de comportamiento que discriminan a ciertas personas o categorías de personas.
Pero…veamos en Ecuador.
País” pacífico” en el que habitamos – nos dicen – unos con intolerancia sarcástica, otros con disimulo. La intolerancia política es colectiva, grupal o sectaria e individual. No digamos la intolerancia sexual, social, económica y hasta racial. El que está arriba mira con desdén al que está abajo. El que nació con cutis blanco hace a un lado a los que no lo tienen. El general, soberbio, altanero, se cree por encima de la tropa. ¿Y la xenofobia? Los barrios definen las clases sociales. El ahora pelucón mayor, discriminaba a los ricos y también a los pobres, es decir la intolerancia en doble vía. Unas veces sarcásticamente y otras con disimulo.
¿Qué dice la Iglesia al respecto?
El amor es la clave para ser más tolerantes, pues abre nuestra mente y corazón para aceptar a los demás a pesar de sus imperfecciones y diferencias. Por eso la Biblia aconseja: “Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro” (Colosenses 3:13).