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viernes, febrero 7, 2025

La campaña electoral                                               

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Ya estamos viviendo la campaña electoral, cargada de tensiones y pasiones políticas, con miras a captar la presidencia de la República y los curules de la Asamblea Nacional. Los diversos sectores políticos, con sus líderes a la cabeza, se enfrascarán, se aplicarán con mucha intensidad a la disputa por el poder. Para ello, se emplearán a tiempo completo construyendo y exponiendo propuestas político-económicas unas serias y coherentes y otras populistas y demagógicas que, en lugar de solucionar los problemas nacionales, los agravarán. Diferenciar las unas de las otras será difícil para la mayoría de los electores ecuatorianos. Pero finalmente, será el pueblo el que decidirá su propio destino y será ese mismo pueblo trabajador, el que correrá con los gastos de cualquier gobierno que salga electo.

¿Cuál será el perfil que los ecuatorianos escogeremos de entre los 16 candidatos presidenciales en las elecciones de febrero próximo? ¿El orador fogoso, impulsivo, tarimero, “showman” experto en ofrecernos promesas inalcanzables? ¿O el orador sereno, tranquilo, seguro, sin mucho carisma? En cualquier caso, es el pueblo quien tiene toda la potestad para decidir su futuro.

Al respecto, bien vale la pena recordar lo que un presidente norteamericano, nada carismático, más bien lento en el hablar, que en nuestro medio jamás habría llegado a la presidencia por falta de “carisma”, dijo: “Cada dólar que descuidadamente desperdiciamos significa que su vida será mucho más pobre. Cada dólar que ahorramos significa que su vida será mucho más abundante. Economía es el idealismo en su forma más práctica”. Este presidente estadounidense al que sus críticos lo tildaron de “inactivo y aburrido” y lo apodaron de “el silencioso”, hizo lo que tenía que hacer para lograr sacar adelante a su patria. Fue de pocas palabras, pero de decisiones firmes y efectivas en bien de la colectividad en un marco de civismo y responsabilidad, de seriedad y honestidad, sin esa especial capacidad de algunos líderes políticos para atraer o fascinar al pueblo con la palabra demagógica, cargada de falacias y promesas que, de antemano, sabe que no las cumplirá.

El pueblo ecuatoriano ya ha sufrido experiencias de presidentes fogosos, impulsivos, tarimeros, sobradamente “carismáticos”, pero también de sobra corruptos para desgracia de todos.

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