LA FALACIA DE QUE NOS LLAMEN “MILLENIALS”

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Esta semana, leí un artículo, que hablaba sobre como en Noruega, acababan de fundar una start-up, cuyo concepto era vender los “residuos” de comida de restaurantes que poseían reconocimientos como estrellas Michelin (más alto reconocimiento culinario que se otorga a establecimientos a nivel mundial). En un inicio, la idea, inofensiva en la superficie, parece un intento más, de ser “creativos”, “innovadores” y de encontrar la forma de generar “ingresos” y “empresas” funcionales, cuyo objetivo es llevar a jóvenes “emprendedores” de comunes mortales a exitosos empresarios.

Ahora, analicemos esto por un segundo. ¿Cuál es la idea de negocio que motiva a estos jóvenes “millenials”? Pues básicamente, es que comamos sobras o aquellos alimentos que nadie quiso comer en estos exorbitantemente caros restaurantes. Ahora, bajo la filosofía de la economía post moderna, esto recae sobre un concepto elemental, el no desperdiciar alimentos, el hacer más eficiente el uso de nuestros recursos, entre otras cosas. ¿Cuál es el problema entonces? Pues este radica en que existen maneras de no desperdiciar recursos, en las que no se pretenda vender sobras a precio de descuento y llamarlo “innovación”.

Vivimos en una época, en la que justamente, se nos pide a todos aquellos por debajo de los 35 años (más o menos) que vivamos bajo los estándares de ser “millenials”. Esto en otras palabras quiere decir: no debemos desear estabilidad laboral, una casa, una familia, un auto. Somos, la nueva generación que prioriza “ingresos” sobre “trabajos estables” y que se siente cómoda con la incertidumbre e inestabilidad propias del mundo en el que habitamos. Pues déjenme reventar esta burbuja, aunque sea por unos instantes. Una de las falacias más grandes, de llamarnos millenials, es que se nos hace pensar, que nosotros, bajo nuestro libre albedrío, decidimos adoptar estas “características”. Nada más irreal que esto. En verdad lo que aconteció, es que heredamos un mundo, en el que cada vez más, nos vemos obligados a vivir bajo la incertidumbre, la inestabilidad y la carencia de condiciones óptimas, tanto en el ámbito laboral, social y el económico.

En este mundo heredado, se ha posicionado una idea, inverosímil, sobre ciertos aspectos, característicos de nuestra generación. Ahora, al observarlos de cerca, podemos comprender, que en realidad, no es que la mayoría de “millenials” no queramos o peor aún podamos prescindir de cosas como: un trabajo estable, ingresos estables, educación superior o bienes como una casa o un auto. Sin embargo, esa es la idea que se vende, que cada vez más, somos nosotros quienes “escogemos” prescindir de los factores antes mencionados, en favor de una vida “libre” “flexible” que nos lleva de salto a salto. Esto es un privilegio, que solo pocos de nosotros podemos gozar. A usted estimado lector, ¿le parece factible el deshacerse de sus posiciones materiales, para así, viajar por el mundo? O tal vez, ¿tener dos, tres o cuatro trabajos para así llegar a fin de mes? Si la respuesta es no, bienvenido a la realidad, que se pinta como deseo de los “millenials”.

Estas afirmaciones y observaciones sobre cómo somos y nos comportamos los “millenials” son una de las aberraciones más grandes que se pretenden posicionar como verdad en nuestro día a día. Vivimos en un mundo en el que cada vez más, se intenta re empaquetar, los peores males que puede vivir un ser humano; tales como la precarización laboral, la falta de ingresos y la inequidad, para así vendérnoslos, como “innovación” “emprendimiento” o “progreso”. Desde quienes afirman que Uber es la “movilidad” del futuro,  hasta quienes, como nuestros amigos en Noruega, pretenden vendernos sobras a precios de descuento (que obviamente les dejan ganancias). Todo en este mundo postmoderno y profundamente neoliberal, pretende convertirse en un negocio rentable, en nombre del progreso.

La falacia más grande, con la que debemos vivir los “millenials”, es un mundo en el que la precarización, la carencia de oportunidades y la desigualdad, deben ser vistos con buenos ojos, puesto que se ajustan a “nuestra” forma de ver y vivir en el mundo. Sin embargo, estas prácticas, no han cuajado bien y los resultados están a la vista. El descontento de los “millenials” a nivel mundial, los empuja cada vez más hacia buscar alternativas, en nuevos modelos o tal vez incluso, un retorno a los viejos, si es que esto implica una mejora en sus condiciones de vida. Ya sea de manera pacífica, democrática o mediante métodos más radicales, la falacia de llamarnos “millenials” tal vez tenga un efecto contraproducente y nos empuje, cada vez en mayores números a luchar por un mundo más justo, con mayor equidad para todos y profundamente humano.

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