El 28 de este mes, nuestra historia registra el nefasto episodio político de la “hoguera bárbara” cuando en 1912, Eloy Alfaro, junto a otras figuras revolucionarias, fueron sacrificados por las más abyectas pasiones políticas, Con el Viejo Luchador se incineraron los ideales de la Revolución Alfarista y las reivindicaciones sociales y populares por las que luchó sin claudicaciones, con tesón junto a sus Montoneros.
El general Eloy Alfaro Delgado incursionó en la historia patria con la transformación liberal que determinó grandes cambios sociales, económicos y políticos para lo que contó con el apoyo de grupos rebeldes campesinos, conocidos como Montoneros, de Manabí, Esmeraldas, Los Ríos y Guayas.
A despecho de sus opositores políticos y de ciertos sectores de jerarquía eclesiástica de la época, el liberalismo del Viejo Luchador consolidó en nuestra patria, los principios de libertad, igualdad y confraternidad preconizados por la Revolución Francesa; se puso en marcha la educación pública laica gratuita y obligatoria; se crearon los normales; se estableció la separación definitiva del Estado y la Iglesia; se abrieron espacios para la participación de la mujer en la vida pública; se construyó el ferrocarril que unió la Sierra con la Costa; se establecieron relaciones diplomáticas con muchos países del mundo; se dio paso a los más amplios derechos y garantías individuales; se crearon las primeras organizaciones sindicales; en fin, los intereses populares se constituyeron en los ejes de la acción gubernamental del Viejo Luchador.
Al grito de “Viva la religión y mueran los masones”, la confabulación de fuerzas retardatarias de la época y el fanatismo sectario incendiaron los cuerpos de Alfaro y sus tenientes. Así se consumó el magnicidio del más grande de los ecuatorianos de todos los tiempos. La justicia ecuatoriana nunca sancionó a los autores intelectuales, cómplices y encubridores de la hoguera bárbara que ardió en las calles de Quito, un nefasto 28 de enero de 1912.