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jueves, febrero 13, 2025

La ignorancia, una de las mayores amenazas para la democracia

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Por: Eduardo Díaz A.

El título de este artículo, pretende desarraigar la cultura del alelamiento, de una sociedad dividida y maltrecha producto de un escenario atroz, de quienes participan en la vida democrática del país.

Sabemos que nuestras emociones influyen en como pensamos, porque la mayor parte de la corteza cerebral, son áreas de asociación, es decir, confluye mucha información, y a partir de esa información el cerebro decide que es lo que hay que hacer.

Las decisiones que tomamos, las cosas que aprendemos, la interacción social, es dependiente de nuestras emociones, ¿y que le activa?, la ilusión, el entusiasmo, la confianza, ¿y que la desactiva? El miedo.

Hay “políticos” que pretenden socavar la confianza y desactivar las áreas de asociación social para así decidir con certidumbre, activando el miedo, el caos y la zozobra. Es recurrente ver –desde el retorno a la democracia – cómo el sufragio parece convertir a “los candidatos” en políticos razonables, hablando de las políticas de Estado, que versan sobre justicia social, combate sobre el hambre y la pobreza, desarrollo económico, educación pública y salud. ¿Pero, que quieren activar?, si ya gobernaron en el pasado, y demostraron hambre de poder, porque se convirtieron en personajes que se apropian de un encargo democrático, como si fuera perpetuo, con el desparpajo de quienes, llegaron y quieren quedarse.

La función pública, es delegado por los ciudadanos, porque el poder radica en el pueblo, no en las instituciones, peor aún en una persona, porque ese poder es transferido. Y, siendo así, al no tener claro dónde está la verdadera línea divisoria que separa esto de aquello, no saben bien cuándo hablan por sí, cuándo lo hacen en representación del partido al que pertenecen, en qué momento defienden los intereses del Estado y cuándo llegan al poder, no saben hacerlo en función de gobierno, geométricamente con el Estado, poder y nación.

La ignorancia es una de las mayores amenazas para la democracia. De allí la necesidad de ordenar las ideas, y, cuando los ciudadanos salgamos de ese enredo conceptual, habremos dado un paso enorme en la mejora de la cultura cívica y evitaremos equívocos   efectos potencialmente ruinosos para la vida en democracia.

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