Millones de espectadores en todo el planeta serán hechizados a partir de hoy por la magia del fútbol, cuando en la tierra de los zares arranque la mayor fiesta deportiva: la XXI Copa del Mundo, máximo galardón que se entregará el próximo 15 de julio a la selección ganadora del torneo en el que participan treinta y dos clasificados.
Centenares de gladiadores lucharán en el césped frente a miles de millones de espectadores, por esa otra magia del mundo moderno: la televisión; cada uno más apasionado que otro, cada quien más “experto” que el pariente, el amigo o el vecino con quienes comparte en escenarios públicos y privados, la pasión de multitudes, sin pestañar frente a la pantalla.
Así es el futbol, lleno de magia, de emociones encontradas, de angustias y satisfacciones pasajeras, de risas y de llanto, de rabia contenida todo en dimensiones multitudinarias y con el fastidio de la tele que entre promos y publicidades le posibilita el disfrute de esos momentos maravillosos, donde los ídolos, con ingresos astronómicos, hacen gala de la notable preparación y destrezas que han alcanzado en lo físico y en lo mental en la fragua del esfuerzo, la disciplina hasta convertirse en verdaderos atletas con espíritu triunfadores, de ganadores del título, bajo la batuta de entrenadores del más alto nivel.
La FIFA es la ama y señora del torneo mundial que mueve miles de millones de dólares que, lamentablemente, han servido de caldo de cultivo para la corrupción en los más altos círculos directivos del planeta, corrupción en la que han sucumbido también dirigencias nacionales como ocurrió en Ecuador.
La Tri, nuestra querida Tri, la de Esmeraldas y del Valle del Chota, la del Carchi al Macará, la del Oriente y de la Costa, la del Ecuador entero estará ausente por esta ocasión. Pero igualmente la magia del fútbol encenderá los ánimos, marcará un paréntesis en la cotidianidad de la lucha por la vida, porque esa lucha se la vivirá en el campo verde y el grito de gol millones de aficionados y fanáticos.