La vuelta al mundo en 80 días, novela de aventuras escrita por Julio Verne ( 1872 nos muestra el periplo de un caballero británico alrededor del planeta, bajo presión de una considerable apuesta de por medio y perseguido por un detective que lo toma por una ladrón de bancos. Una verdadera hazaña dar la vuelta al mundo en ese tiempo, si se toma en cuenta los medios de transporte de la época.
Con la tecnología actual, las distancias planetarias se han reducido sorprendentemente. Para el turista, para los deportistas, para la gente de negocios, para los artistas de renombre, para la diplomacia directa ya no se necesitan 80 días para dar la vuelta al mundo. Y si los viajeros son jefes de Estado que buscan mejorar las relaciones internacionales y potenciar la integración regional, modernamente viajan en sus jets privados pagados por los contribuyentes.
A propósito de los viajes presidenciales, un Diario nacional reseña los viajes del expresidente Correa en los últimos 77 meses de su gobierno, es decir entre enero de 2011 y mayo del 2017. Los costos, el kilometraje y los destinos de los 255 viajes internacionales de los aviones presidenciales son espectaculares, sin contar las siete ocasiones que el gobierno envió aviones para traer y dejar “delegaciones internacionales con el fin de que asistan a actos oficiales celebrados en Ecuador”. Era la época de la bonanza en petrodólares. Había espacio para el derroche y la generosidad.
Tras la diplomacia directa y la integración regional, Correa en su delirio de grandeza, buscaba un liderazgo regional. Quería ser el heredero de Chávez y de Lula de Silva. Las reuniones de Unasur, Celac, Alba, Mercosur, organismos multilaterales, ahora de poca monta, las giras académicas, los doctorados honoris causa, todo estuvo en función de sus sueños, menos los intereses y beneficios del país en sus 17 vueltas al mundo.
