Por: Rodrigo Contero Peñafiel
Todos tenemos debilidades inherentes a nuestra biología y personalidad, que en ciertos momentos pueden nublar nuestro juicio e impedirnos actuar con un razonamiento adecuado. Cada persona posee una perspectiva limitada de las cosas, lo que dificulta comprender plenamente la realidad y responder de manera correcta. Estas limitaciones no solo afectan la visión del mundo, sino también nuestra capacidad para tomar decisiones acertadas.
La capacidad de pensar y juzgar, aunque influida por la selección natural, no está diseñada para alcanzar una precisión absoluta, sino para maximizar las posibilidades de supervivencia. Este mecanismo, que busca protegernos de conductas peligrosas, también se manifiesta en el ámbito político. Es evidente en los movimientos y partidos políticos que, en ocasiones, se apoyan en pandillas o grupos organizados para delinquir, como turbas o redes vinculadas al narcotráfico. Para estos grupos, formar alianzas y actuar basándose en información privilegiada es parte de su estrategia de supervivencia.
Nadie posee información completa para entenderlo todo. Incluso quienes intentan mantenerse por encima de la ley suelen cometer errores que los llevan a eludir la justicia o presentarse como perseguidos políticos. A menudo, el autoengaño y la obnubilación mental les impide reconocer que sus acciones equivocadas terminan por alimentar la avaricia, el abuso de poder y la corrupción.
Muchas veces, los defectos de los políticos pasan desapercibidos porque están normalizados en la forma de pensar, sentir y actuar. Sin embargo, aquellos defectos más evidentes suelen manifestarse públicamente en su personalidad y conducta. Resulta paradójico que estos mismos políticos, incapaces de reconocer sus propios errores, se enfoquen en atacar y destruir la imagen de los demás.
Si analizamos con detenimiento el pasado y los discursos inconsistentes de muchos candidatos cegados por el poder, podemos identificar sus debilidades y puntos negativos. Es nuestra responsabilidad votar con inteligencia y discernimiento, para evitar convertirnos en cómplices del fracaso de una democracia tan manipulada por los mismos de siempre.