EDITORIAL
En lo que queda del 2024, hasta las elecciones de febrero del 2025, las tensiones y pasiones políticas irán subiendo de tono por la lid electoral. Los diversos sectores políticos, con sus líderes a la cabeza, se enfrascarán, se aplicarán con mucha intensidad en la disputa por el poder.
Para ello se emplearán a tiempo completo construyendo y exponiendo propuestas político-económicas unas serias y coherentes y otras populistas y demagógicas que, en lugar de solucionar los problemas nacionales, los agravarán. Diferenciar las unas de las otras será difícil para la mayoría de los electores ecuatorianos. Pero finalmente, será el pueblo el que decidirá su propio destino y será ese mismo pueblo trabajador, el que correrá con los gastos de cualquier gobierno que salga electo.
¿Cuál será el perfil que los ecuatorianos escogeremos para las elecciones del 2021? ¿El orador fogoso, impulsivo, tarimero, “showman” experto en ofrecernos promesas inalcanzables? ¿O el orador sereno, tranquilo, seguro, sin mucho carisma? En cualquier caso, es el pueblo quien tiene toda la potestad para decidir su futuro.
Al respecto, bien vale la pena recordar lo que un presidente norteamericano, nada carismático, más bien lento en el hablar que, en nuestro medio jamás habría llegado a la presidencia por falta de “carisma”, dijo: “Cada dólar que descuidadamente desperdiciamos significa que su vida será mucho más pobre. Cada dólar que ahorramos significa que su vida será mucho más abundante. Economía es el idealismo en su forma más práctica”. Este presidente estadounidense al que sus críticos lo tildaron de “inactivo y aburrido” y lo apodaron de “el silencioso”, hizo lo que tenía que hacer para lograr sacar adelante a su patria. Fue de pocas palabras, pero de decisiones firmes y efectivas en bien de la colectividad en un marco de civismo y responsabilidad, de seriedad y honestidad, sin esa especial capacidad de algunos líderes políticos para atraer o fascinar al pueblo con la palabra demagógica, cargada de falacias y promesas que, de antemano, sabe que no las cumplirá.
El pueblo ecuatoriano ya ha sufrido experiencias de presidentes fogosos, impulsivos, tarimeros, sobradamente “carismáticos”, pero también de sobra corruptos para desgracia de la patria.