Según el Banco Interamericano, en nuestro país, hay cientos de miles de jóvenes que ni estudian ni trabajan y que, desde la categorización de la Sociología, es decir desde la ciencia que trata de la estructura y funcionamiento de las sociedades humanas son denominados NINIS, jóvenes brillantes con una buena trayectoria estudiantil que pueden estar destinados a una vida de privaciones, de pobreza, sin lo necesario para vivir dignamente.
Esto obedece al tremendo drama laboral que vive actualmente el Ecuador donde, por los efectos pospandemia, la corrupción, la narcopolítica, los apagones escasamente uno de cada tres ecuatorianos que se encuentra en la llamada edad productiva tiene un empleo pleno, es decir, cuenta con derechos laborales establecidos en la Constitución y las leyes: afiliación al seguro social que le garantiza otros beneficios como: sueldos adicionales (décimo tercero y décimo cuarto), vacaciones pagadas, atención gratuita en los hospitales del IESS, préstamos quirografarios e hipotecarios, jubilación, fondos de reserva y otros.
¿Y cuál es la suerte de los dos tercios de la población restante? Desempleo o empleo irregular. Situación que se agrava dramáticamente por la presencia de miles de venezolanos que, literalmente, huyeron de la terrible realidad que vive la hermana república a causa del desgobierno y corrupción del régimen de Maduro, emigrantes a quienes algunos inescrupulosos empresarios los contratan por remuneraciones al margen de la ley, lo que incide lastimosamente en las oportunidades de trabajo para los nacionales.
Mientras la reforma laboral no merezca atención prioritaria en la Asamblea, esta dolorosa realidad se irá multiplicando con más NINIS en todo el país frente a la dureza e intransigencia de dirigentes sindicales que no admiten reformas laborales que permitirían abrir posibilidades en la generación de empleo y en la reducción de las desigualdades imperantes en la sociedad ecuatoriana.
La falta de oportunidades de trabajo para los NINIS crea escenarios de extorsión, abre espacios para la droga, genera rutas hacia el sueño americano en viajes suicidas y hasta puede convertirse en un caldo de cultivo para la delincuencia organizada que actualmente tiene al país en estado de guerra.