Ojalá que la nefasta presencia del coronavirus en el Ecuador, que, posiblemente, no desaparece del todo, haya servido si no para erradicar por lo menos para amenguar, ciertos malos hábitos y pésimas costumbres que tiene la mayoría de la población, con reprochables e inadmisibles ingredientes de machismo, viveza y picardía criolla que más bien saben a simpleza, majadería, tontería, estupidez a imbecilidad; pero sobre todo, a desaseo, cochinería, mugre, asquerosidad, pero también a incultura, irrespeto, salvajismo y barbarie.
He aquí algunos botones de muestra. Sin el menor escrúpulo lanzamos gargajos, esas flemas coaguladas que se expele por la garganta. ¿Y qué decir de los escupitajos y salivazos que millones de seres lanzan a las calles, en estadios, cines, mercados, buses, establecimientos educativos y hasta en centros de salud? ¿Acaso no se ha presenciado escenas grotescas, asquerosas y repulsivas de personas que se “suenan la nariz” mientras se tapan uno de los orificios, y dejan el moco, ese humor espeso y pegajoso que segregan las membranas mucosas, esparcidas en las aceras por donde transitan muchas familias? La misma operación nariz se la realiza desde un balcón y si se usa papel higiénico, igual va para la calle pública lleno de moco.
¿Y qué decir de las épocas del año con más actividad turística que la normal o media? Los sitios a donde llegan los “turistas” queda acumulación de basura, recipientes de cervezas y gaseosas, fundas plásticas y otros desechos, sin contar con el “hábito” de orinarse en cualquier sitio, incluidas las piscinas públicas.
La única salida de estas malos hábitos y pésimas costumbres populares, para lograr aseo y orden en el colectivo social es la educación, es el camino para el desarrollo y potenciación de la conciencia social y la solidaridad en el pensamiento y las actitudes de los niños, niñas y adolescentes en formación.