Por: Salvatore Foti
El grave hecho de los cuatro niños desaparecidos no es nada más que la enésima demostración del fracaso estatal y gubernamental en el cual está inmerso el país. Desde hace años, el país ha sido testigo de la desinstitucionalización de todas las entidades del Estado. No hay una sola institución en la cual los ecuatorianos puedan confiar al 100%. En el área judicial, de salud, educación y de las fuerzas públicas, como la Policía y las Fuerzas Armadas, ninguna está exenta de cuestionamientos e indicios de corrupción. Además, muchas están expuestas a la contaminación e infiltración por parte de grupos criminales que ya le han ganado la guerra al Estado. En el país, los cárteles y los grupos terroristas son los que mandan y hacen lo que quieren a lo largo y ancho del territorio.
Por esto, la desaparición de los cuatro niños debe ser vista como el ápice de la desintegración estatal y gubernamental a la cual hemos llegado.
A Noboa le toca decidir si por fin va a gobernar con altura o si prefiere seguir con una actitud estéril e infructuosa que nos está haciendo demasiado daño. Al parecer, está determinado a descubrir la verdad, pero su palabra y credibilidad están en su peor momento. Los hechos sugieren que es incapaz de gestionar las emergencias, así que a las palabras deben seguir hechos. Un primer paso sería cambiar su gabinete o, por lo menos, a los elementos más importantes que no parecen estar a la altura de la coyuntura que vive el país. Cambios radicales que no se resuelven declarando héroes a los cuatro niños, quienes más bien deberían ser reconocidos como mártires, junto a sus padres y seres queridos, víctimas de un Estado incapaz de actuar por el bien de la República.
En Ecuador, desde hoy, hay oficialmente opresores y oprimidos; víctimas y victimarios, y esto es insostenible. Que la campaña electoral y las pugnas partidistas no nos distraigan de lo que realmente importa: descubrir la verdad de este trágico caso y luchar por la democracia. Este caso también podría considerarse como un ejemplo de un ataque sistemático al sistema democratico en su conjunto.
A Noboa le toca demostrar si puede o no hacerse cargo del país en los próximos cuatro años, o aceptar que en febrero serán muchos quienes le darán la espalda.