Miles de estadunidenses mueren por armas cortas

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José Carlos García Fajardo

La mayor parte de los 30 mil estadunidenses muertos por herida de bala son jóvenes menores de 19 años. En esta cifra no figuran los muertos por herida de bala disparada por policías o por agentes del servicio de fronteras entre Estados Unidos y México y otro tipo de muertes violentas. Es como si muriesen acribillados todos los participantes del maratón de Nueva York, o los ocupantes de 100 aviones jumbos, o la población de una pequeña ciudad, o los asistentes a un partido de fútbol en el estadio de un gran equipo.

Los asesinatos de niños en los colegios, realizados por menores con acceso a los arsenales de sus padres, preocupan a muchos ciudadanos en un país donde la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su sigla en inglés) ejerce de lobby (cabildero) en el Congreso. Contribuye con unos 10 millones de dólares, para que ningún reglamento controle el uso de las armas de fuego.

La NRA tiene más de 3 millones 600 mil socios que pagan y saben que cuatro quintas partes de sus fondos fueron al Partido Republicano para que, en nombre de la Segunda Enmienda de la Constitución, se opongan a las propuestas de exigir licencia con foto para los poseedores de armas, controlar la venta de armas cortas así como elevar la edad de 18 a 21 años para sus poseedores.

Bush se escudó en el contenido de esa enmienda: “Para mantener la seguridad de un Estado libre, una milicia bien organizada debe garantizar el derecho de los ciudadanos a poseer y a portar armas”. Se opuso a cualquier control pues “son necesarias para que el ciudadano pueda proteger a su familia y a su hogar”. En un país con la obsesión por las reglamentaciones de juguetes, pijamas, tostadoras de pan, secadores o el contenido de sodio o de potasio en cualquier bebida, no se permite controlar la posesión de armas por los civiles. Su número sobrepasa el centenar de millones. En esta línea se mueve el candidato Donald Trump.

Con los 40 millones de personas que no tienen asistencia sanitaria, los 30 millones de analfabetos y los 35 millones que se pueden considerar pobres con arreglo a los baremos establecidos, es lícito preguntarse si, junto al dolor por las víctimas de las Torres Gemelas y los de otras monstruosidades terroristas, no habría que cuestionar las actividades de oligopolios financieros en la explotación de hidrocarburos y otras materias primas, por la indiscriminada venta de armas y la corrupción de muchos gobiernos como Arabia Saudita, Emiratos del Golfo, y otros países que alimentan ataques terroristas, fuerzan a millones de seres a buscar refugio en nuestros países con riesgo de su vida y muestran la fragilidad social de la Unión Europea. Así como la destrucción del medio ambiente y la suicida ceguera ante la más letal de las armas de destrucción masiva: la explosión demográfica. Apoyados en la fuerza, en la codicia y en la pretensión de superioridad, mantienen una presencia militar en 140 países del mundo, la mayor desde la II Guerra Mundial.

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